La estructura infalible de “El viaje de héroe”

Por Jose Luis Ordóñez, escritor y profesor de nuestros talleres de Guion de cine y tv, y de Novela de detectives y Novela de fantasía o ciencia ficción

José Luis Ordóñez

“A los escritores, por lo general, no nos queda más remedio que repetirnos. Esa es la verdad (…) Contamos las mismas dos o tres historias —bajo disfraces distintos— diez veces, quizá cien, siempre y cuando la gente esté dispuesta a escucharnos”.

Esto afirmaba el escritor norteamericano F. Scott Fitzgerald (1896-1940), prestigioso y popular autor de obras míticas como “El gran Gatsby” (1925) y con experiencia en Hollywood, y, aunque pueda sonar a lamento, es más bien una atronadora verdad.

Por ejemplo, cuando se crea una estructura solvente y satisfactoria para el lector, se tienden a repetir los parámetros y el armazón que han generado esa emoción, como podemos apreciar en la literatura y el cine.

Y es algo que sucede también con el denominado “viaje del héroe”, ideado por el escritor y profesor norteamericano Joseph Cambell (1904-1987): una estructura narrativa presente en libros y películas de carácter popular y que, por tanto, cuando nos enfrentamos a ella, rápidamente distinguimos. Una estructura que, diríamos, es inagotable, ya que no importa cuántas veces se aplique, a través de diferentes autores y obras, siempre la admiramos por su eficacia a la hora de crear una historia sólida, que engancha y emociona a los lectores o espectadores.

Ejemplos de su uso son personajes tan reconocidos a lo largo de las décadas como Frodo Bolsón, Luke Skywalker, Neo o Harry Potter, entre otros. Así, sagas literarias, tan populares como las iniciadas con “La comunidad del anillo” (J.R.R. Tolkien) o “Harry Potter y la piedra filosofal” (J.K. Rowling), y cinematográficas, la original y exitosa “Star Wars”, escrita y dirigida por George Lucas o “Matrix”, de las hermanas Wachowski, beben de lo diseñado por Joseph Cambell y después adaptado por el guionista Christopher Vogler (1949-).

Mientras que Cambell enumera 17 etapas o fases en este trayecto de nuestro personaje protagonista para que su historia nos intrigue y nos enamore, Vogler lo reduce a 12. Ambas, en cualquier caso, hablan de un mismo periplo que, como veremos, en general se cumple en los ejemplos citados.

Así, de un modo resumido, podríamos señalar que Vogler lo estructura en:

1) El mundo ordinario. El espacio donde vive el héroe, un marco habitual de su existencia, pero del que siente la inevitable necesidad de escapar.

2) La llamada a la aventura. Irrumpe un elemento que altera la vida del héroe, algo que puede cambiarla por completo y que, de repente, le hace vislumbrar una vida fuera de ese marco ordinario en el que está asentado.

3) Rechazo a la llamada. En un primer momento, se desestima esta opción que cambiaría su vida, bien por voluntad propia u oposición de otros.

4) Encuentro con el maestro. Un personaje experimentado y sabio irrumpe y le inducirá a que siga la llamada a la aventura. De repente, se abre ante el protagonista una nueva e inspiradora fuente de información que también le hace ver cómo podría ser su existencia fuera del marco ordinario.

5) Cruce del primer umbral. El héroe abandona el hogar y ya advierte que, a partir de ahora, recorrerá un espacio completamente diferente al suyo. Lo conocido queda atrás y se adentra en lo desconocido. Desaparece la seguridad monótona de su cotidianeidad y penetra en territorios peligrosos.

6) Pruebas, aliados y enemigos. Y aquí empiezan los obstáculos y la misma aventura, una aventura que le lleva a superar pruebas, hacer aliados y confrontar enemigos, en un discurrir plagado de novedades, miedos superados, aprendizaje y auto descubrimiento.

7) Acercamiento a la caverna más profunda. El héroe se enfrenta a pruebas cuyo grado de complicación va en aumento, y eso le hace ganar en experiencia. La progresión hacia el peligro supone que el riesgo sea mayor, pero, a mayor riesgo, mayor mérito en el obstáculo superado.

8) Calvario. El héroe se enfrenta aquí a un momento dramático, en riesgo de muerte de él mismo, alguno de sus aliados principales o, incluso, su propio mentor.

9) La recompensa. Y, tras superar el calvario, llega la recompensa para nuestro héroe, el alivio por haber superado otro obstáculo, la satisfacción por haber logrado el objetivo.

10) El camino de vuelta. El héroe vuelve a casa, pero en el trayecto se enfrentará a un peligro inesperado.

11) Resurrección del héroe. El héroe se enfrenta por última vez a un reto, que, al superarlo, completará su transformación como alguien más fuerte.

12) Regreso con el elixir. El héroe regresa al mundo ordinario, y comprobamos que ya no es la misma persona que se fue: el viaje, los amigos, enemigos, los retos, etc. han transformado a nuestro personaje protagonista.

Con estos doce apartados no es difícil jugar a identificar cada uno de ellos con momentos de las películas o libros mencionados.

Pero, ¿qué es lo que hace tan atractiva para el lector esta estructura? No es solo la evolución del personaje, sino que este al principio de la historia sea una persona normal, alguien común, que podría ser cualquiera de nosotros. Así, un granjero, una niña, un currante… cualquiera de ellos que, al pasar por cada una de estas fases, se convierta en alguien excepcional.

El héroe.

Porque, ¿acaso hay algo más fascinante en la febril imaginación de un lector que esa deliciosa transformación de lo normal a lo extraordinario?

Y que estemos a solo doce pasos (o diecisiete) de convertirnos en héroes es algo capaz de seducir a cualquiera, no solo por la historia que se desarrolle sino por lo que tiene de inspirador y motivacional: cualquiera puede enfrentarse al mal, cualquiera puede desarrollar las capacidades necesarias para hacerlo, cualquiera esconde dentro de sí a un verdadero héroe tras la apariencia de una persona corriente. Porque aquí nos movemos lejos del terreno de los superhéroes, personajes con habilidades extraordinarias de nacimiento, con poderes que exceden lo humano para acercarse a lo, diríamos, divino.

Y ese es otro de sus atractivos: la humanización del héroe.

El héroe puede ser como y como yo. Lo único que nos separa del camino heroico, por tanto, es el viaje, ese trayecto que nos hará crecer y nos ofrecerá una visión diferente del mundo y de nosotros mismos, un viaje que, tal vez, pueda despertar en nosotros habilidades ocultas hasta el momento.

Desde el punto de vista literario nos permite, entre otras cosas, mostrar una evolución notable del personaje principal. Cuando la novela o la película acaba, el protagonista ha cambiado: ya no es, por ejemplo, aquel granjero inocente con poca experiencia vital, sino que se ha transformado en un consumado guerrero galáctico con notables capacidades para la lucha.

Y esto es lo que nos aportan las teorías de Campbell y Vogler, sencillas en apariencia pero tremendamente eficaces a la hora de calibrar las posibilidades de éxito de diferentes autores y proyectos, válida en los ejemplos planteados pero en muchos más casos.

Porque, además, no tenemos que limitarnos al género determinado por la fantasía y/o ciencia ficción. En realidad, la estructura aportada por Campbell, que podríamos adaptar a la clásica estructura de presentación / nudo / desenlace, es aplicable a cualquier tipo de narrativa, y es un vehículo muy útil para mostrar, como hemos señalado, la evolución de un personaje. Es decir:

1) Presentación. Se muestran a los personajes en su mundo habitual, y esa fase concluye con un elemento rompedor que funciona como la “llamada a la aventura”: la llegada del conflicto principal.

2) Nudo. El protagonista se aleja de su mundo habitual y avanza por el denominado mundo extraordinario, donde empezamos a apreciar su evolución. Aquí surgirán nuevos personajes, aliados y villanos, los que tratarán de ayudarle en su cometido y los que plantearán obstáculos en la consecución de su objetivo.

3) Desenlace. El personaje protagonista supera un último obstáculo, logra su objetivo y regresa a su mundo habitual, pero ya nada será lo mismo, porque él ha completado un ciclo que le ha convertido en un héroe, se ha completado una transformación que ahora le define como alguien completamente diferente.

Ni Fitzgerald ni Chéjov serían conscientes de los vericuetos teóricos que se generarían alrededor del “viaje del héroe”, pero lo cierto es que cada uno de los pasos marca una fase en la evolución del personaje, algo que, más allá de lo señalado por Campbell, forma parte del buen sendero para escritor, y con lo que parece probable que estuviesen de acuerdo tanto el escritor ruso como el norteamericano.

Puede que, como decía Fitzgerald, a los escritores no les quede más remedio que repetirse, pero, de hacerlo, mejor que sea con estructuras indelebles al paso del tiempo, a las sucesivas y variables modas y a otros aspectos efímeros que, sin embargo, pueden ser capaces de afectar a nuestras vidas, la literatura y, en general, cualquier forma de ficción narrativa.

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