Artículo escrito por Ana Bolox, profesora del curso online de Novela de detectives y misterio.
Procrastinar… una palabra muy en boga últimamente y que afecta a multitud de facetas de nuestra vida, pero que, desde siempre, está íntimamente ligada a la palabra escritor.
Son muchos los ejemplos que podríamos encontrar de escritores (incluidos los famosos) que aplazan el momento de ponerse a escribir por no se sabe qué razones. La escritura y la procrastinación parecen destinadas a malentenderse mientras el mundo exista, pero no tendría por qué ser así.
Si entendemos las causas de qué es lo que nos provoca ese estado de ánimo que nos conduce a postergar con demasiada frecuencia la tarea de lanzarnos a escribir, y si aprendemos a vencer esa frustrante tendencia al eterno aplazamiento, la procrastinación dejará de ir de la mano del escritor y se convertirá en una simple dolencia que aparecerá de vez en cuando, como un catarro, y se esfumará en cuanto le chutemos unas cuantas dosis del tónico adecuado.
No es por pereza
El punto de partida para entender y vencer la procrastinación es darse cuenta de que no tiene que nada que ver con la pereza, ni siquiera con una mala gestión del tiempo. No es que seas vago ni tampoco que no sepas cómo organizarte (aunque quizá puedan darse ambas circunstancias en algún que otro caso).
No, la procrastinación tiene que ver más con la forma en que gobernamos nuestras emociones. Cuando procrastinamos, lo hacemos a sabiendas de que no realizar esa tarea que requiere nuestra atención el algo que nos perjudicará. De ahí, precisamente, que la procrastinación nos haga sentir tan mal: cuando aplazamos un trabajo, no solo somos conscientes de que estamos escaqueándonos de una tarea que reclama nuestro tiempo y esfuerzo, sino que también sabemos que, al no ponernos con ella y darle salida, nos estamos causando un mal. Y, a pesar de ello, continuamos procrastinando.
Son tus emociones
¿Pero qué sentido tiene hacer algo (procrastinar) que sabes que acarreará consecuencias negativas de un tipo u otro? Desde luego, sentido no tiene ninguno, pero es que no tomamos esa decisión de forma racional, sino emocional.
Y es que (y aquí viene un punto importante al que prestar atención), la procrastinación es consecuencia de nuestra incapacidad para manejar nuestros estados de ánimo negativos y afrontar cierto tipo de emociones que nos hacen sentir como si camináramos por el filo de una navaja.
Por supuesto, la procrastinación puede deberse a la naturaleza de la propia tarea: ¿a quién le apetece ponerse a limpiar el baño o a planchar ese par de coladas atrasadas que aguardan en la cesta de la ropa limpia? Arreglar papeles, dar salida a tareas burocráticas, irse a hacer deporte cuando llegas a casa tras una jornada agotadora y, para colmo, hace un día de perros… Desde luego no son tareas placenteras que nos tienten de forma que no podamos resistirnos a ellas.
Sin embargo, el auténtico problema de la procrastinación no radica en el aplazamiento de este tipo de trabajos, sino en motivos mucho más profundos y serios, relacionados con nuestras emociones, tales como la falta de confianza en uno mismo, la baja autoestima e incluso la ansiedad.
Los escritores y sus emociones
Aunque este tipo de emociones afecta a una gran cantidad de gente, cualquiera que sea su trabajo, se ceba especialmente con los escritores. Dime si no has pasado alguna vez por esto: las dudas que nos acometen cuando abrimos el documento de nuestra novela, la autocharla negativa que nuestra mente comienza a mantener consigo misma: no soy lo suficientemente bueno, no voy a ser capaz de acabar esta novela y, aunque la acabe, no le va a gustar a los lectores…
¿Te suenan estos pensamientos?
Seguro que sí. A todos nos ha pasado y entonces -fíjate qué cosa más rara- de repente nos decimos que ya abriremos el ordenador mañana y nos pondremos con ello porque ahora lo realmente importante es limpiar el baño, planchar, arreglar los papeles o irse a hacer deporte, aunque haya comenzado a nevar.
Es decir: procrastinamos.
Algunas razones por las que procrastinas
La procrastinación puede venir de cualquier lado, pero con frecuencia, al menos en el caso de los escritores, se debe a alguno de estos motivos:
Tienes demasiados proyectos en marcha
Aquí sucede como con los cursos a los que nos apuntamos. Estamos haciendo uno y, de repente, vemos otro que nos parece muy interesante y nos apuntamos también. Dejamos el primero colgado y empezamos con el nuevo, al que le sucederá lo mismo cuando aparezca otro. Es lo que se llama el síndrome del objeto brillante.
Muchas veces nos ocurre lo mismo con nuestros proyectos. Estamos escribiendo una novela y, ya sea porque perdemos interés o porque de repente se nos ocurre una nueva idea o porque alguien nos propone un proyecto atractivo o porque… Son tantas las posibilidades que sería imposible enumerarlas todas. El caso es que el síndrome del objeto brillante se pone en acción y nos lleva de una tarea a otra sin que logremos acabar ninguna. Una actitud muy frustrante, puesto que el tiempo pasa, llegas al final del día, semana o mes y te das cuenta de que parece que has hecho muchas cosas, pero la realidad es que solo las has empezado, sin acabar ninguna.
Y aquí está la trampa: este tipo de procrastinación es muy astuta y, al mismo tiempo, traidora, porque mientras entretienes tu tiempo pasando de una tarea a otra o de un proyecto al siguiente crees que estás ocupado y experimentas esa sensación agradable de que estás siendo muy productivo aunque, como decíamos antes, la realidad es justo la opuesta y al final de la jornada llega esa desagradable sensación de frustración.
¿Cómo puedes arreglar esto? De forma bastante sencilla: centrándote en un solo proyecto. Elige el que de verdad merece la pena y aparta todos los demás. No permitas que se interpongan en tu camino. Organizarte el día a día te ayudará a mantener el timón y ser fiel a ese proyecto al que has dado prioridad. Aprender a decir no es también vital. Cuando te presenten un nuevo objeto brillante, míralo con desconfianza, en vez de con ilusión, sopesa los pros y los contras de entregarte a esa nueva tarea y, si ves que va a perjudicar a tu Proyecto, recházalo.
No estás preparado
En ocasiones, procrastinar a la hora de ponerse a escribir no es sino una señal de que no estás preparado para afrontar esa tarea y, por tanto, necesitas dar un paso previo de organización y planificación antes de ponerte con ella.
¿Cómo solucionar este problema? De una forma relativamente sencilla, organízate: planifica tu proyecto. Eso es lo que hacemos, por ejemplo, en los talleres del Portal del escritor con nuestros alumnos: les ayudamos a poner en orden sus ideas y realizar una planificación de sus novelas, y solo cuando sus proyectos están bien estructurados pasamos a la fase de escritura.
Una buena organización de tu espacio de trabajo también ayuda. Tener un escritorio caótico y un proyecto de escritura en el que has abierto decenas de carpetas sin ton ni son en las que acumulas documentos que no siguen un orden lógico es una indiscutible incitación a la mente para que abandone de inmediato la intención de ponerse a escribir.
Así que ya sabes, prepárate bien con una buena organización de tu proyecto y con un entorno ordenado que invite a ponerse a trabajar.
Tienes miedo
Quizá esta es la causa más común en la procrastinación de un escritor. Cuando comenzamos un nuevo proyecto, es natural que a todos nos asalten las dudas al abrir la página y observar ese blanco impoluto con el que ella nos mira a nosotros. Empezar cuesta. Siempre cuesta. Mucho.
Detrás de esa flojera que nos acomete se encuentra nuestra falta de confianza en nosotros mismos y tras esta aprensión asoma la larga sombra del perfeccionismo. Es una lacra con la que los escritores tenemos que aprender a convivir, primero; y superar, después. Perseguir el perfeccionismo es un error garrafal, pues no existe. Nadie es perfecto y cuanto antes lo asumamos, mejor. Lo cual no es sinónimo de que no seamos cuidadosos e intentemos realizar el mejor trabajo posible dentro de nuestras posibilidades.
¿Cómo podemos afrontar este tipo de procrastinación?
Comienza a escribir. Sí, hazlo ahora mismo. Abre un documento nuevo en el ordenador y empieza a escribir. No te preocupes por si lo que aparece en la pantalla es bueno, malo o mediocre. En este instante el objetivo no es dar forma a una buena escena o capítulo. La auténtica finalidad de este ejercicio es romper la resistencia que te impide comenzar el nuevo proyecto. Ya habrá tiempo de reescribir esa escena, incluso de tirarla a la papelera si no tiene arreglo. Recuerda que el objetivo real de este arranque escritoril es vencer la resistencia que conduce a la procrastinación y apartarla de tu camino.
Si necesitas ayuda, en Portaldelescritor el taller online “Rompe el bloqueo y recupera tu escritura” es un curso de autoestima y creatividad, dirigido por Diana P. Morales, en el que justamente se indagan en las causas profundas de nuestros bloqueos y procrastinación.
Conclusión (H2)
De todo lo dicho hasta ahora, espero que hayas comprendido que la procrastinación se debe más a una cuestión emocional que a una deficiente gestión del tiempo.
Nuestro cerebro, en esto, es más un obstáculo que una ayuda. Estamos programados para dar respuesta a nuestras necesidades del presente frente a las del futuro. El aquí y ahora mandan sobre el allí y el mañana. E incluso aunque racionalmente seamos conscientes de que no realizar una determinada tarea acarreará consecuencias negativas en el futuro, nuestra mente sigue velando por nuestro presente. La amígdala, que es la parte de nuestro cerebro que reina como soberana absoluta en el mundo de las emociones, percibe que enfrentarnos a esa tarea nos procura ansiedad, por ejemplo, y se pone en acción para evitarla, ignorando el estrés que (en el futuro) nos causará el no haberla realizado. Por eso siempre suele vencer en esta batalla y, con ella, la procrastinación.
Para evitarlo, dos últimos consejos que te ayudarán:
-
Aprende a gestionar las emociones.
-
Establece un hábito de escritura. Implantar una rutina es la mejor estrategia que puedes seguir para no dejarte arrollar por la dichosa, malvada y perjudicial procrastinación.
Si a pesar de ello, aún continúa siendo un problema, siempre te queda imitar la solución radical que tomó Víctor Hugo cuando estaba escribiendo El jorobado de Notre Dame: desnúdate, coloca la ropa en algún lugar fuera de tu alcance y ponte a escribir, así no podrás salir de casa. Hoy, además, tendrías que deshacerte del ordenador y del teléfono móvil, pero quién sabe si no daría resultado… 😉
Mucha suerte y a por ello.
ANA BOLOX ES PROFESORA DE PORTALDELESCRITOR, DONDE IMPARTE EL TALLER ONLINE DE NOVELA DE DETECTIVES Y MISTERIO.