3 consejos para dar naturalidad a tus diálogos

Por Olga Besolí, profesora de varios cursos de escritura en Portaldelescritor y, entre ellos, el taller de perfeccionamiento de diálogos

Cuando trabajamos con nuestros personajes y, sobre todo, los ponemos a conversar, debemos tener en cuenta cómo se desarrollan las conversaciones en nuestro mundo real y a qué tipo de situaciones se enfrentan, para que los diálogos en nuestros relatos, novelas, guiones, etc resulten verosímiles. 

Nuestro mundo no es perfecto, y rara vez podemos conversar tranquila y extensamente sin que nada o nadie interrumpa o moleste. Más bien suele suceder lo contrario: ¿quién no ha acudido a una conferencia en la que un móvil interrumpe la exposición del ponente y lo despista? ¿Quién no ha sido cortado nunca por su interlocutor cuando estaba contando algo? ¿Quién no ha dejado a la mitad una frase porque de repente ha aparecido la persona de la que se hablaba?

¿Y por qué nuestros personajes iban a ser diferentes? Pues aunque parezca obvio, es muy habitual encontrar que el personaje que habla parece que está aislado del resto, de forma que nada le influencia y nada le sucede hasta que termina, como si estuviera totalmente aislado, dentro de una burbuja de cristal, insonora, irrompible y opaca, que le impide notar, sentir y ver lo que sucede a su alrededor.

Pues bien ¡rompamos esa burbuja de cristal! Hagamos que el personaje tome contacto con lo que le rodea, otros personajes incluidos, y que lo que suceda a su alrededor influencie al personaje y viceversa. ¡Liberemos al personaje del ostracismo!

Aquí tienes tres formas de romper esa burbuja de una forma fácil.

NADIE ESTÁ INMÓVIL

Lo primero que debemos saber es que si uno de nuestros personajes (salvo en la excepción de que esté impedido o inmovilizado) solamente habla o escucha sin hacer nada más, ni moverse ni un ápice, se está comportando de manera irreal. Nosotros, incluso en condiciones óptimas (es decir, mientras no ocurre nada más que pueda alterar la conversación), nunca estamos totalmente estáticos mientras hablamos.

Pongamos el ejemplo de una llamada telefónica, mientras todo anda tranquilo y en completa calma. ¿Qué hacemos cuando estamos al teléfono? Para empezar yo tengo tendencia a hacer dibujitos en un papel. Lo hago de una forma inconsciente y, cuando el bloc de notas tiene cuadrícula, pues ¡vivan las cenefas y el arte cubista! ¿Y tú? ¿Qué haces cuando suena el teléfono? ¿Eres de los que se rascan la cabeza? ¿De los que se ponen un mechón de pelo en la boca o juegan con él? ¿De los que se acercan a la ventana más cercana? ¿De los que se comen las uñas o aprovechan para pintárselas? ¿De los capaces de escuchar y hablar por teléfono mientras leen el periódico o miran la tele? ¿De los que mantienen conversaciones paralelas con los que tienen delante? ¡Seguro que no estás totalmente parado! Y luego tenemos muchos jóvenes que ya son el nivel Dios de la multifuncionalidad de las llamadas telefónicas: capaces de andar, cruzar semáforos, incluso de comprar en una tienda, sin despegar la oreja del aparato y sin parar de hablar.

Dejando las conversaciones telefónicas aparte, ¿crees que cuando la gente conversa en la mesa de un bar solamente habla? ¡No! Conversan y toman un trago, siguen hablando y pican algo de comida, el diálogo continua mientras alguien se acomoda en su asiento, o se quita el foulard, o se pone la chaqueta porque en la terraza corre el aire … ¡Hay mucho más movimiento del que crees!

Sin embargo, cuando trasladamos al papel las conversaciones, resulta que solemos crear escenas en las que una vez que el personaje se pone a hablar, permanece estático, como si estuviera metido en una burbuja transparente que le impide moverse. ¿Por qué?

Por poner un ejemplo, imagina la siguiente situación: nuestro personaje es una mujer que va a la frutería del barrio y le pide unos mangos al frutero y este le pregunta por cómo está su hijo, que acaba de romperse la pierna. Un mal escritor pararía en ese momento toda acción, poniendo a los personajes a hablar única y exclusivamente sobre la pierna del niño. Y solamente cuando la conversación estuviera finiquitada, se centraría en la adquisición de esos mangos. O quizás, incluso, al terminar la conversación sobre la rotura, se olvidaría de que la mujer bajó a por unos mangos. En cambio, un escritor que comprenda bien el funcionamiento de los personajes alargará la conversación lo justo que dura la compra, resolviendo ambas situaciones a la vez, sumando la conversación propia de la compra (con las acciones que conlleva), a la charla sobre la pierna del niño:

Pues mira, en casa todo el día, como no puede ir al cole…—Echó un vistazo a los expositores de fruta— ¿A cuánto tienes los mangos?

A tres cincuenta. Bueno al menos le darán los deberes por hacer ¿no? —El frutero va metiendo en una bolsa la fruta ya pesada.

Pues en ese caso ponme dos. Sí, claro, el Antoñito, que es un sol, le sube los deberes todos los días a casa. Ponme ese —, señala con el dedo— ese de ahí madurito.

De hecho, el mundo real está repleto de conversaciones como estas, porque ¡la vida no se detiene cuando hablamos! Y tampoco debería hacerlo cuando hablan nuestros personajes.

EL MUNDO INTERFIERE

Otro punto importante a tener en cuenta es que cuando nuestros personajes conversan, lo hacen en un lugar concreto sometido a unas circunstancias específicas, tal como nos ocurre a nosotros. No es lo mismo estar charlando bajo un sol radiante que bajo la lluvia. Además, las condiciones del ambiente pueden variar en un momento dado, favoreciendo esa conversación o dificultándola.

Imaginando una conversación, esta vez presencial, hay que notar la diferencia que puede haber entre los diálogos de los personajes que charlan plácidamente dentro en una casa en la que reina el silencio, en la que los personajes podrán comunicarse sin problemas y usando un tono de voz normal, y los de los mismos personajes pero con la casa en plena obra, invadida por operarios taladrando y levantando baldosas. En ese caso la comunicación entre los personajes será defectuosa, entrecortada, en voz más alta que de costumbre y con algunos fragmentos de información, que no llegue correctamente al interlocutor, repetidos.

Y, por supuesto, también se puede dar que una conversación que empieza tranquila y en circunstancias favorecedoras, a duras penas pueda finalizar (lo lo haga de forma abrupta) en medio de un caos inesperado que se haya formado alrededor. Por poner un ejemplo: ¿qué ocurriría si la conversación telefónica anterior la mantiene un conductor que, de pronto, se choca contra un muro? ¿Verdad que resulta obvio que esa conversación, si no se corta la comunicación o el conductor queda inconsciente, cambiará, como mínimo, el rumbo que llevaba?

Esa es una prueba un poco drástica pero totalmente válida de el mundo influencia a los personajes y viceversa y, por lo tanto, los personajes no pueden o no deberían mantener sus conversaciones independientemente de lo que ocurra a su exterior, como si estuvieran aislados en una burbuja invisible e insonora que los separa.

Un personaje no puede hacer una declaración de amor completa, y sin despeinarse, si un terremoto sacude los cimientos del edificio en donde está; de igual forma, uno que esté en plena escalada (y no sea un profesional habituado a ese esfuerzo físico), tendrá dificultades respiratorias y, como resultado, no podrá articular construcciones extensas en sus diálogos:

Pues, que… oye… que te quería… decir… que yo… te quiero y…—Pedro va avanzando con dificultad entre las rocas— ¿de verdad era… era condición…?…Espera que…—Se resbala y casi se cae, pero consigue mantener el equilibrio— ¡ufff!… me cuesta… ¿de verdad… había… que subir… tan alto?

Cariño —Le sonríe ella, volviéndose hacia su novio— dijiste mi lugar favorito.

Sí… claro —Se detiene y apoya las manos en las rodillas para tomar aire, jadeante—… pero… joder… yo no… no soy… escalador… como tú… ¡Uff! —Consigue colocar el pie y vuelve a coger el ritmo— ¡Vale!… da igual… lo que quiero… contarte… es que…

¿Qué fue eso? —Ella le coge la mano para llamar su atención— ¡Shhh!

Yo…

Calla…—María se vuelve con la cara pálida— ¡a cubierto! ¡Rápido!

Qué…

¡Avalancha! 

De hecho, la mayor parte de las conversaciones que llevamos a cabo en nuestra vida suelen darse fuera de las circunstancias perfectas, y no hay nada que impida que un ambiente que parece idóneo para llevar una conversación cambie repentina e inesperadamente. ¡El mundo no es un lugar perfecto ni estático! ¡Que no lo sea cuando hablan nuestros personajes!

LOS PERSONAJES INTERRUMPEN

Por último, cuando un personaje habla lo hace a un interlocutor, un oyente, antes de intercambiarse los papeles, ya que una conversación se da en una dirección que tiene dos sentidos. O puede incluir varias direcciones en ambos sentidos si se trata de un grupo de personas hablando juntas.

¿Y qué ocurre en la vida real cuando hablamos con los demás? Imagínate de charla con tus amigos. ¿Se habla en orden, uno tras otro? ¿Se respetan los turnos como un debate? Con los míos eso es totalmente imposible. Es raro poder terminar una exposición, ¡incluso contar una anécdota entera es difícil! Y, como hay confianza, pues todos queremos hablar a la vez.

Incluso en los debates profesionales, que se supone que deben estar ordenados, que cuentan con un moderador y en los que hay que respetar los turnos de forma estricta, a veces las voces de uno y otro se superponen, de forma que no se entiende lo que se dice, especialmente en los momentos tensos y de confrontación.

La verdad es que la comunicación entre personas es muy dinámica, y se podría decir que solamente en circunstancias muy especiales, como la de un jefe que ha reunido a sus trabadores para explicarles las últimas ventas del mes, o la de un cura dando misa, pueden dar la inmunidad suficiente a los hablantes para explayarse largo y tendido sin ser interrumpidos. Eso en caso de que el sindicalista de turno no haga efectiva ninguna queja en mitad de la exposición, o el gracioso de la plantilla tenga alguna ocurrencia de última hora, en el caso del jefe; o la señora de la fila tres, sorda como una tapia, empiece con el salmo antes de tiempo, en el caso del cura, por poner dos ejemplos.

Cuando nuestro personaje esté hablando debemos luchar contra esas ansias que nos entran de que nadie le interrumpa hasta que no haya soltado toda la información que pretendemos que transmita. Así que debemos acostumbrarnos a que esta información vaya saliendo de forma fraccionada y dinámica, que cuente con las intervenciones, interrupciones y desvíos de conversación de los otros personajes.

Mi consejo es que te pongas principalmente en la piel del que escucha. ¿Hasta cuándo aguantarías en su lugar, oyéndolo que dice el personaje, si decir ni mu? En muchas ocasiones intervendrías con pocas palabras. Por ejemplo, si te comunican una bomba, quizás reaccionarías enseguida, antes de que te contasen los detalles: ¿De verdad? ¡No me lo puedo creer! Pero cuenta, cuenta. Si lo que te cuentan es interesante, quizás harías alguna exclamación: Ah, claro. Podrías mostrarte en desacuerdo: Entiendo, pero antes de que sigas, yo creo que… O bien reafirmarte en el acuerdo: ¿Ves? Eso mismo era lo que te decía yo. Pero seguro que de alguna manera u otra, intervendrías e interrumpirías al hablante ¿Me equivoco?

Pues nuestros personajes no deberían ser diferentes. Incluso puede, a veces, que a los otros no les interese lo más mínimo lo que el personaje les cuenta, como en el siguiente ejemplo:

Y llego yo toda nerviosa a la entrevista y…—Me interrumpo al ver que Alberto se levanta— ¿Eh, qué haces? ¿A dónde vas?

Al lavabo, me estoy meando.

¿A quién no le han cortado nunca la conversación? ¡Haz que los personajes se interrumpan, se pisen y se corten unos a otros!

¡Asegúrate de romper siempre la burbuja de cristal de tus personajes!

Encontrarás muchas más técnicas y consejos en mi taller de perfeccionamiento de diálogos en Portaldelescritor. 

OLGA BESOLÍ es escritora de cuentos infantiles, dramaturga y guionista. Es la autora de la colección de cuentos infantiles ilustrados “Els Contes de Muniatto” de ONADA Edicions, que ya tiene 22 títulos en el mercado y uno más en camino. Aparte, ha recibido varios premios literarios, tanto en cuento como en relato y escritura dramática. Es profesora del taller de Escritura Dramática y de Perfeccionamiento de Diálogos en Portaldelescritor

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