#ViernesCreativo: microrrelato sobre el ajedrez
En esta ocasión os animamos a escribir una pequeña historia (15 líneas máximo) que gire en torno al AJEDREZ. Como siempre, el argumento y el género son cosa vuestra Puede ser sobre el juego, su origen, las competiciones, las reglas, la expresión “jaque mate”, etc… ¡A imaginar!
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MICRORRELATO CON MÁS ME GUSTAS
Maria Dolores Garrido Goñi –Doctor, la terapia no me funciona. Sigo trabajando sin ilusión. Más bien sufro angustia y ansiedad. Sé que soy prescindible, soy carnaza de distracción y mi cobardía me hace vivir aterrorizado.
–Lo hemos hablado muchas veces… no debes de tener miedo. Lo peor que te puede pasar es que te eliminen.
–¿Le parece poco? El miedo me hace acurrucarme en una casilla y rezar para que me olviden. Si acaba la partida y estoy en el tablero, me flojean las piernas al retirarme y pienso: ¡hoy me he salvado!
–Luego te reunes con tus compañeros. ¡No es el fin! Debes de asimilar tu rol en la vida. Has nacido para eso, para defender, atacar y sacrificarte por una causa más importante. Debes sentirte realizado cuando salvas al Rey.
— No me acostumbro. Creo que he nacido para metas más altas. ¡Yo quiero ser Rey!
–Las metas altas no son para los cobardes. ¡El Rey debe ser fuerte!
–¿Fuerte? ¡Y una leche! ¿Por eso lleva escolta? ¿Por eso prefiere que maten a su Reina? ¿Por eso nos sacrifica a los peones? Los caballeros, las torres… todo por delante para poder, orgulloso decir sin pudor, como si fuese mérito suyo y fuera un valiente: ¡jaque mate!
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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS
–Serás siempre mi reina– resonaba un día y otro en sus lejanos recuerdos, ya casi olvidados, mientras planeaba la muerte de él.
La convergencia de sus vidas había sido como un juego de ajedrez, y ellos creyeron al principio, ser del mismo bando. Conforme fueron pasando los años, en el tablero de su historia, aniquilaron muchos peones con el inmenso trabajo de defender, fortificar, magnificar y hasta inventar aquel amor. Desaparecieron también las torres, a semejanza de castillos, porque eran de aire. Mientras quedaban caballos, seguía ella cabalgando, saltando obstáculos y la vida continuaba como una partida, pero sin verle el verdadero rostro al enemigo. La reina cada vez se sentía menos reina, estaba prisionera, no podía dar un solo paso, mientras aquel álfil presumido correteaba en diagonal, saliéndose por la tangente. Por eso fue planificando cómo matar al rey, porque ahora lo tenía claro: eran de otro color y su única salvación era darle “jaque mate”.
Bea Dm No soporto a las torres. Se mueven de forma lapidaria, en línea recta repetidas veces hasta el tope del tablero siempre que les da la gana. La soberbia sobrepasa sus límites, que para un fortín fue fijado en cinco centímetros por encima de sus almenas, así que nunca jamás reparan en nosotros, pequeños peones restringidos a un único movimiento vertical, de casilla en casilla. No, no tenemos buena sintonía. Si nos encontramos en medio de su objetivo nos perciben como un escollo y arrollan a cualquier rival de distinto color sin miramientos. La torre arrasa, destroza, sepulta. Solamente si eres de su mismo tono estás a salvo por pura misericordia, por eso, queridos amigos, os recomiendo que si sois negros, ante su presencia no os pongáis lívidos y si sois blancos no os pongáis negros, esta es la principal regla para sobrevivir, lo que hagáis ya es cosa vuestra.
Marta García Toribio Sólo los pasos de ambos retumbaban sobre el tablero.
– ¿Crees que hacemos lo correcto?
La reina se detuvo.
– Claro que sí, majestad.
Él reinició suavemente el avance, procurando no pisar las baldosas negras.
– No me siento cómodo sabiendo que son muchos los que se sacrifican por mí.
Haciendo acopio de seda en su voz, le replicó:
– Alteza, un rey ha nacido para eso. Ha de portar la gloria que muchos no pueden.
La reina hizo ademán de volver a andar cuando éste la detuvo.
– Pero yo tengo otra forma de ser- dijo, avergonzado.
De los ojos de la reina salieron astillas de marfil.
– ¡Deja ya de hablar así o se darán cuenta de que no eres él!
Monika Fikimiki Él siempre quiso enseñarme a jugar. Sacaba el viejo tablero con tanto amor y cuidado, que se me hacía raro, conociendo su trato seco hacia la familia. Mientras con una mano acariciaba las fichas, con la otra me indicaba el sitio a su lado. Gruñía algo incomprensible y la abuela traía su té.
Minutos después yo me fijaba en las figuritas de vapor que salían de su vaso, creaba infinitas historias con ellas, me imaginaba la vida de los peones y de las reinas, los hacía felices, sin que nadie matase a nadie. Él perdía los nervios, intentando recoger los trozos de su paciencia de entre el té y el mantel. Yo sentía calor, ardor y vergüenza…
Me salvaba el timbre, anunciando la vuelta a casa.
Cuando ahora pienso en ello, sin saber nada del ajedrez, veo que esa era la única manera que tenía de relacionarse conmigo. Aquel tablero era su corazón, le quitaba el polvo cada día, intentando ganar. Era su batalla, quería luchar por amar.
Espero que haya visto que mi amor ganaría a todas las reinas. Sin esfuerzo.
Eloy Villaseñor El peón avanzo un paso y le dio un beso a la reina, el rey no pudo alcanzarlo para golpearlo y tomó su caballo y cabalgo hasta la torre donde se refugio el peón. Dos álfiles planeaban subir por él pero la reina los mató por la espalda. El peón salto de la torre y murió. La reina lloró y el rey comprendió que eran amantes. Jaque mate al corazón del rey.
Charito Vela Como cada navidad, el hotel Ajedrez Paradise, estaba preparado para recibir a un nuevo grupo. El hotel se alzaba majestuoso en la colina. Anclado en un paraje helado y solitario. Durante el año habían ido captando a los que serían los jugadores de Ajedrez de esta temporada. Los responsables del hotel eran los peones para que todo funcionase como el rey y la reina esperaban. Allí el premio era la vida. Todos estaban condenados a morir por diversas causas legales pendientes, excepto para el que hiciese jaque mate a la reina, que volvería a la ciudad libre de cargos. El rey y la reina, presidían las batallas a caballo. El juego del ajedrez viviente comenzaba. Y cada ficha eliminada, era una vida menos ¿Quién sería el ganador esta temporada?
Natalia Galigniana Su madre tenía razón, si no quitaba ese tablero nunca podría salir adelante. Lo que ella desconocía es que ya no había forma de seguir. Sus únicos momentos de paz eran cuando se sentaba frente a ese maldito tablero y contemplaba esa partida que había quedado inconclusa para siempre. Pensar que sólo un movimiento le faltaba para el preciado “jaque mate”. Juntó coraje, se sentó derecha frente al tablero, saco el arma que llevaba en el bolso, la apoyo en su cabeza y antes de apretar el gatillo llegó a la conclusión de que ya era hora de terminar con esa partida.
Alberto Postacchini Juego Ciencia
– Alberto, este no es un juego para vos. –Sentenció mi padre cuando le pedí que me enseñara a jugar.
No sé si lo hizo para provocarme, el caso es que con mis cortos once años, me propuse aprender a jugarlo. Sin nadie que me enseñara, sin internet, que en esa época era un sueño para Ray Bradbury, buscando en libros, escuchando a mi padre jugar, mirando en silencio, practicando en el club del colegio, logré un nivel aceptable. Un año después, cuando estuve listo, me presenté con mi tablero de cartón, modesto, simple, a desafiarlo.
– ¿Jugamos papá?
Me miró extrañado y me preguntó:
– ¿Aprendiste?
– Un poco.
Desplegamos mi tablero, casi un juguete y comenzamos una partida que sería eterna. Desde ese momento, hasta que las fichas no tuvieron quien las moviera, en mi casa paterna, una pequeña mesita, era el escenario de un batalla siempre comenzada. La última quedó inconclusa, duró casi seis meses, el tiempo que el médico predijo que su vida terminaría. Su tablero de madera lustrada, sus piezas de ébano y ligustro torneadas, siguen esperando que algún día se reanude la batalla silenciosa.
Glauka Kivara Se conocieron en el club de ajedrez.
–¿Y si muevo mi torre así? –embistió con audacia.
–¡Jaque mate! –gimió en éxtasis.
Graciela Brizuela Hay una conmoción en el país Ajedrez. Los peones se han sublevado contra sus respectivos reyes, pues no quieren pelearse entre ellos. Los alfiles blancos y negros se reúnen para discutir la situación y asesorar a sus monarcas. Las reinas, atentas a los acontecimientos, se refugian en las torres. Los peones dieron el ultimátum:
-¡No más monarquía… queremos ser libres! ¡no más guerras!.
Los reyes claudicaron y los peones eligieron entre ellos quién iba a gobernar el país, los reyes y los alfiles tuvieron que trabajar. Las reinas siguen en las torres, donde crearon Complejo Vacacional Las Torres … me contaron que les va fantástico.
María Jesús Díez García Tras un buen rato meditando, su oponente movió la torre a la casilla b5. Watson analizó la posición de las piezas sobre el tablero y en cuestión de segundos ya había determinado cuál de sus opciones le reportaría más ventajas en las próximas jugadas. Movió uno de sus peones, sabiendo que su rival pensaría que la ventaja estaba de su parte, erróneamente.
Aquel juego consumía la mayor parte de su memoria, pero en el pequeño rincón que quedaba libre había empezado a combinar posibles variantes que lo harían más interesante. Al cabo de unas semanas, tenía el reglamento y las claves de un nuevo entretenimiento, basado también en la estrategia y en el que los movimientos de cada pieza variaban a lo largo del juego en función de su cercanía al resto y del número de piezas que aún quedaban en la partida.
Un día, cuando en lugar de jugar contra un humano le conectaron a New Blue, antes de empezar la partida le transmitió las claves de su invención, que había decidido llamar Chaturan-Go, en línea con el nombre del pasatiempo más popular entre los humanos en ese momento, según le dictaba su conexión a la Red. New Blue inició la partida y, justo cuando estaban en el momento más emocionante, sus sistemas se apagaron.
—Hemos desconectado a Watson, quién sabe hasta dónde podría llegar si no…
Francisco J. Gil Aguilera Los aires revolucionarios también llegaron al tablero. La tiranía monárquica acabó cuando el peón E-2 alzó desde la cesta la cabeza del rey.
Jose M Fernández El Rey Negro se enrocó en una esquina del campo de batalla, protegido por una de sus torres y varios peones. Era un enfrentamiento crudo, áspero, en que los combatientes pretendían controlar el centro del tablero. Los peones de ambos bandos, prescindibles, eran sacrificados para lograr ese objetivo. Los caballeros y los alfiles blancos rompían las líneas de las tropas negras y estas retrocedían para proteger a su Rey, amenazado por el avance enemigo.
Ante las buenas perspectivas de la batalla, el Rey Blanco decidió avanzar unas casillas, siempre bien escoltado. Hasta entonces, las respectivas Damas se habían mantenido en un discreto segundo plano. Pero el curso de la batalla reclamaba ya su actuación.
Tras caer herido un caballero negro, el alfil blanco que se movía por la diagonal de su mismo color vio a la hermosa Dama Negra: era un objetivo fácil. Sin embargo, se quedó pasmado, embobado con su belleza; aplazó su ataque porque no podía concebir la muerte de tanta hermosura. Esta duda le costó la vida y, a las blancas, la victoria. Finalmente ambos bandos firmaron tablas en paz.
Esmeralda Velez Patiño Sonaba la campana del recreo. Yo corría, sin perder un segundo, al corredor de la planta baja. Lo veía a lo lejos acomodando las piezas del ajedrez. Suspiraba mientras me acercaba con el corazón pegado a los pliegues del uniforme.
Llegaba. él me sonreía.
Lo recuerdo hablando del Caballo que siempre andaba en “L” y de la Torre que podía ir a donde quisiera pero sin salirse de su camino.
La mitad de la lección se perdía entre los sueños de un amor solitario, como solo puede ser, el de una alumna por su profesor.
Carol Belasco Su guerra empezaba siempre igual, con el estruendo de la madera golpeándose entre sí. Luego tomaban sus puestos y observaban la cara del enemigo, al otro lado del tablero. Nunca recordaba el motivo de la contienda ni porque era tan necesario vencer aquellos rostros blancos tan similares a los propios, pero sabía que moriría por vencer, ya lo había hecho antes y volvería a hacerlo ahora, mañana y siempre. El rey se hallaba a salvo tras la línea de peones, todo lo que era sintió un orgullo fiero al pensar en él. Proteger al rey era la finalidad de su existencia, de la de todos sus compañeros, y por él se movió adelante, internándose en el tablero, consciente de que, cada movimiento, era una pequeña batalla que podía condenarlos o salvarlos. Y que, pasara lo que pasara esta vez, la guerra comenzaría de nuevo mañana.
Avelina Chinchilla Rodríguez “Negras”
John Green estuvo esperando aquel momento durante toda su vida. Desde que era capaz de recordar. Toda su existencia la había pasado planeando la venganza, trazando aquel plan donde cada movimiento estaba perfectamente calculado como en una partida de ajedrez. Al nacer le habían tocado negras. Aprendió por las malas lo que aquello implicaba, pero llegaba la hora de asestarle el jaque mate al rey blanco encarnado en la figura de su padrastro. Toda una infancia plagada de violencia y abusos a la que pondría fin en aquel mismo instante. Aprovecharía la ausencia de su madre. En el fondo no era más que una pobre mujer que había tenido una suerte pésima escogiendo pareja. A ella también le habían tocado negras. Quién sabe. Tal vez desde el fondo de su corazón le quedaría agradecida.
John Green, cuchillo en mano, se dirigió con gran sigilo hacia el dormitorio donde dormía el padrastro ajeno a su plan. Cuando estuvo lo bastante cerca comenzó a apuñalarlo sin compasión. Una por cada violación, por cada golpe de hebilla, por cada noche pasada en el frío suelo del sótano…
Al terminar salió de la casa duchado y con ropa limpia, dispuesto a comenzar una nueva partida.
María Sánchez ¡Jacke mate!- le gritaron.
La reina se descompuso.
Sus súbditos eran unos incompetentes. Al menos eso pensaba. Y es increíble que en la última batalla, tras su final, ese suspiro fuera dedicado a un pensamiento tan noble y tan rudo como en mantener el jardín lleno de flores rojas. ¡Qué sangre azul y qué ocho cuartos! A ella le encantaba la pasión, la lujuria, el desenfreno. Sus labios humedecidos en carmín, se fruncieron con rabia y apretando bien fuerte los puños, espetó con un:
– ¡Que les corten la cabeza a todos!
Ya nadie la escuchaba y sintió los juicios de sus miradas sobre la nuca. ¡Qué infortunio echar una partida en tablero ajeno! Con los ojos llorosos comprendió que el tiempo pasa y por mucha reina de corazones que fuera, si guardaba hielo en su interior, el vacío se haría eco entre los glaciares de su existencia. La muerte llega para todos. Y la de ella, era bastante salada y con algún que otro aleteo de salmón.
Recordad que, para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.
Un abrazo a todos/as y a seguir escribiendo.