ViernesCreativo: microrrelato que empiece “Lo había olvidado por completo”
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Lo abrí con reverencia: mi letra de trece años recorría las páginas como hormigas danzarinas carentes de ritmo pero, a pesar de ello, y de los inevitables errores gramaticales, el relato me absorbió, llevándome a su mundo de fantasía y magia. No pude dejar de leerlo hasta cerrar el cuaderno, y para entonces, una parte de mí que creía enterrada, había renacido. Busqué un cuaderno limpio para reescribir el largo relato y corregir los errores, decidida a apostar por aquella historia y,sobre todo,por recuperar mis sueños.
Carmen Trujillo Lo había olvidado por completo: su nombre, su cara, donde vivía, en que trabajaba. Todo. Por eso estaba allí delante de la pantalla. Entonces, la máquina escaneó con un suave ronroneo el código de barras tatuado en su frente. Una boca estrecha escupió una hoja impresa donde le contaban lo que había pasado, y lo que tenía que hacer hoy. Hoy tenía libre. Podía hacer lo que quisiera. En la hoja venían sus gustos bien detallados, para que no se aburriera. También se le explicaba que desde que se vieron las extrañas auroras boreales, el mundo entero había perdido la memoria. Una máquina tenía que contarles quienes eran. Cada día. Así hasta que se murieran. No había cura.
-Cómo te llamas? – Insistió amable la enfermera mientras en mi cara se dibujaba el desconcierto.
-Dejémosle descansar – Intervino el médico – Hasta que no remita la inflamación, no podremos evaluar el alcance de la contusión – Se giró hacia mí, con voz tranquilizadora – Pero tiene buena pinta. Ésto es de lo más normal tras un porrazo como el que se ha dado, amigo – sonrió y me guiñó un ojo. Me cayó bien.
Salieron de la habitación y me quedé tumbado, pensando en nada. Era una sensación mareante, como intentar nadar en un mar con niebla. Decidí levantarme a mirarme en el espejo, para reunir más información. Fui tambaleante hacia el baño, di la luz y miré: ojos amables, largo pelo castaño, rasgos regulares. Estaba a punto de apagar la luz y volver a la cama cuando vi un leve resplandor detrás de mí. En el mismo instante en que fui consciente de verlo, el brillo se intensificó y sentí algo desconocido y familiar al mismo tiempo: eran mis alas, desplegándose. Antes de desmayarme de la impresión, un pensamiento cruzó fugaz mi mente: menos mal, no están rotas!
Ya es demasiado tarde, no hay donde ocultarse ni donde huir.
El último recuerdo consciente antes de que el lobo surja de mi carne, son esos ojos de océano abiertos de miedo, y su grito aterrado acompaña la caída de mi piel, que arrastra mi humanidad con ella.
Amanece cuando regreso a mi carne humana, no necesito encontrar sus restos para reconocer su sangre en mi boca. Maldigo mi naturaleza mestiza y su belleza, que me hizo olvidar quién soy.