#ViernesCreativo: atrapados dentro de un barco
>Escribe una pequeña historia situada en un PEQUEÑO BARCO del cual los protagonistas NO PUEDEN SALIR… pero QUIEREN HACERLO.
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¿Qué pasará? ¿Por qué quieren salir del barco, por qué no pueden? Se valorará a la hora de la selección la ORIGINALIDAD de la historia planteada
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TEXTO CON MÁS ME GUSTAS
Maria Dolores Garrido Goñi La monotonía es la tónica. 376 días de navegación es demasiado para ambos. El horizonte, delineado sin imperfección, hace varios meses que permanece sin cambios. Ni tormentas, ni mar picada, ni nubes a la vista; es un día repetido en un bucle. Solo ha cambiado una cosa: el talante de su convivencia.
Todo comenzó aquel precioso día primaveral en el que, tras diez de navegación, se sintieron tan a gusto que, mirando al horizonte cogidos de la mano, él dijo: “No me importaría vivir este día eternamente”.
Y aquí están, viviendo este día una y otra vez. El aburrimiento ha hecho mella en sus vidas: discuten, se enfadan, se culpan y ya han empezado a agredirse. El odio les envenena y desesperados, no saben cómo deshacer el entuerto.
Hoy vuelve a amanecer un día claro de primavera… 377.
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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD
Maria Gertrudis Torres Mazón Proyecto Barco.
Marian sale a cubierta. Respira profundamente una, dos y hasta tres veces. Siente el aire limpio entrar con fuerza en sus pulmones. Puede ver a Luis. Está tumbado en un pequeño camastro. Lo mejor del barco es que no hay nada de color verde por ningún sitio. Ayer se llevaron a Diana. Llevaba un vestido blanco y en su cabello una corona de florecillas silvestres. Aún muerta estaba bellísima. Nadie de los que estamos aquí quiere morir. Pero sabemos que es nuestro final. En el hospital te informan del proyecto Barco. Somos pacientes con cuidados paliativos. Nuestras familias firmaron la cláusula de “No ensañamiento con el paciente”. Doy las gracias de ser una de las candidatas. Morir en el barco es más agradable que hacerlo en una fría habitación de hospital, de color verde. Luis iza la mesana con gracia. Ha salido el sol. Siento el calor en mi rostro. Aún estoy viva.
Carol Belasco Llegaron al anochecer, sin avisar, como llega siempre la tragedia, el dolor y la muerte. Sus gritos son insoportables y, aunque podemos ver la costa, es imposible alcanzarla: ellas han cubierto el oscuro brillo azulado del mar nocturno con sus plateadas cabelleras y ahora todo resplandece a nuestro alrededor con una terrible promesa.
Nunca había creído en ellas, los relatos sobre su existencia me hacían sonreír por la ignorancia de los aldeanos, pero era yo el ignorante, no ellos. Y las leyendas son muy claras: si sólo tomas del mar, sin dar nunca nada, ellas acaban por venir para equilibrar la balanza. Y no son hermosas doncellas de cabellos rojos sino criaturas extrañas de enormes ojos oscuros y fauces de escualo. Se deslizan alrededor de nuestra pequeña barca con aullidos que nos parecen risas demenciales, cada vez más y más cerca.
El sonido de algo húmedo y viscoso ascendiendo por el casco y los gritos aterrados de mis compañeros son lo último que escucho antes de apretar el gatillo.
Walter M González No pensamos en tierra firme, esa posibilidad ya no vive en nosotros y eso nos cambió completamente. Ahora somos una civilización distinta, más silenciosa, todo ocurre en nuestro interior. En las embarcaciones, al menos en ésta, ese silencio es la única forma de comunicarnos.
El rodar de viejas botellas, con el balanceo de las olas y las gaviotas que sobrevuelan todo el tiempo, son una tediosa música que corroe mis pensamientos.
Solo sobrevivo escribiendo mi diario, que desteñido por la humedad, anuncia la catástrofe, el fin de la voz interior.
Somos muertos ambulantes, esperando encontrarnos con nuevos mundos, tal vez algún navío, saber que quiénes están en su interior son distintos a los que habitamos aquí, es esa esperanza la que nos mantiene vivos.
Las lluvias primero inundaron los barrios, las ciudades, pasaron años y aún no deja de llover. Todos sabemos que el clima nos castigó y cobró su precio. La tierra firme ya no existe, se convirtió en un mito de generaciones pasadas. Hoy nos queda transitar los años en éste pequeño barco a la deriva, hasta encontrar otro que nos rescate, al envejecer y undirse en el que estamos.
Nacimientos y muertes en las embarcaciones, me pregunto: ¿Qué será de esta civilización?
Lo más temido se acerca, mis pensamientos sin sustento, naufragarán hasta perderse, la tinta finaliza. Mis escritos, refugiados en el interior de las botellas, cobrarán vida cuando mi voz interior deje de existir.
Karina Castillo Peinado Un brazo de su madre, acabado en una mano con solo tres dedos rígidos, cuelga por la borda. En la base del casco, rozando el agua, lo que parece ser la cabeza de la abuela con un ojo desproporcionado respecto al otro se diluye conforme sube el nivel del agua. A estribor, repartidos los miembros del padre de familia dispuestos en diversos ángulos, en planos retorcidos como en un cuadro de Picasso: una oreja aquí; un brazo allá… De Bubba, el pequeño golden retriever, únicamente aparece la cola en la cubierta del barco. De él mismo, el constructor de barco, solo asoma un pie entre las velas. No pueden salir, el núcleo familiar está atrapado en dos dimensiones y desmembrado por las dobleces de la papiroflexia. Media hora ha tardado en dibujar a su familia en un folio para hacerla navegar por el río en un barquito de papel. Diez segundos para irse todos a pique.
Carlos Di Urarte Duncan subió a cubierta y contempló el horizonte negro, como si sus ojos pudieran atisbar algo. Memorias de épocas pasadas acudieron a él: Java, la hija del reverendo, la promesa.
De todos los barcos a los que pudo subirse como polizón, tuvo que elegir este. Pero Duncan quería una vida de aventuras, y vaya si la consiguió.
Cuando el capitán Willem lo descubrió, lo acogió como grumete en vez de arrojarlo por la borda. Era “Lucky” Duncan, y siempre le sonreían las estrellas. Así engatusó a la hija del reverendo, y así le prometió que se casaría con ella tras descubrir su creciente responsabilidad, antes de huir.
Ahora, atisbando la linea verde que separaba las nubes del mar, se dió cuenta cuán ingenuo fue. Dios es un cabrón vengativo, y le hizo embarcar en un barco cuyo capitán se decía que había pactado con el diablo.
Ah, ni escrúpulos, ni alma le queda al poco afortunado Duncan. Mala suerte, Lucky Duncan: embarcar en el Holandés Errante el mismo día en que el Altísimo decidió prohibirle atracar en puerto alguno, y condenó a su tripulación a una marejada infinita de culpa.
Silvia Favaro No eran escasas las noches de terror; el vaivén era incesante y los vómitos resbalaban entre nosotros, adhiriéndonos unos a otros.
Nos escapamos ya no recuerdo cuando, pero huimos vertiginosamente como estampida.
La libertad tan deseada, se cuestionaba al sentir el amargo abrasador en las gargantas.
El barco; aunque pequeño, soportó cuerpos y cuerpos que caían como bolsas de patatas. Ya no se veía la tierra, al ser solo mar y cielo perdimos la noción del tiempo.
Nos despertó el sol radiante, calculamos el mediodía. El hambre nos acuchillaba sin piedad, a tal punto, que cobró varias vidas.
¿Este era el precio de ser libres, dejando el infierno para quemarnos en las llamas?
Ya no aguanto más, perdí a mi hijo menor, lo apretujaron tanto que dejó de respirar. Mis lágrimas sirven para que el mayor moje su lengua y sienta un agobiante sabor salado. Ninguna diferencia con el mar, que tan amenazante nos rodea.
Los que vamos quedando vivos, ya no sabemos quiénes somos, nos miramos con odio culpándonos de todo.
No se adonde llegaremos, tampoco si lo haremos con vida, pero si de algo estamos seguros, es de que había que intentarlo.
Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.