Seleccionados #ViernesCreativo: un regalo inesperado
En esta ocasión os proponemos escribir un CUENTO DE NAVIDAD (15 líneas máximo de Word) en el que aparezcan:
-Dos niños pequeños
-Una madre cansada (no tiene por qué ser la madre de los niños)
-Un regalo inesperado (no necesariamente para los niños).
¡¡Dejad volar la imaginación!! ¿Qué puede pasarles a estos personajes, quién hace el regalo a quién, qué es?
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TEXTO CON MÁS ME GUSTAS
Verónika Lorite Todo cuento de Navidad que se precie debería tener un árbol, agasajado con sus mejores galas, un par de niños traviesos y una madre cansada de tanto cocinar… Un cuento de Navidad, uno como debe ser, debería de tener nieve, pistas de patinaje, canciones alegres, besos, abrazos y ponche, ¡o tal vez mistela! No sé, tal vez éste no es un buen cuento de Navidad.
A veces la Navidad no es la mejor época del año.
A veces la Navidad no es más que un cuarto solitario, sin luces brillantes, ni risas de niños y sin comida especial, porque seamos sinceros no solo es final de año, también es final de mes y no tienes ni para pan. A veces la Navidad es robar el wifi del vecino. A veces la Navidad es beber cerveza caliente mientras miras viejas fotografías. A veces en Navidad no cae nieve sino lágrimas. Y lo más cerca que puedes estar de eso que una vez sentiste como la mejor época del año es ser valiente, ponerte algo de abrigo y salir a pasear por el centro. Porque es de valientes observar la felicidad de los demás. Y si te quedas mirando más del tiempo aceptable a la gente parece que nadie se enfada, porque es Navidad, ¿sabes? Y cuando al pasar por una zona con “Free Wifi”, te entra un mensaje, miras tu móvil extrañado. Es un mensaje pequeño, no de esos en cadena sino uno que dice: “El próximo año, será mejor…”, con un pequeño corazón al final. Te lo quedas mirando hasta que notas algo nuevo dentro de ti. Algo que no es felicidad. Y por un momento sientes que lo puedes hacer mejor, que tienes todo un año por delante para hacerlo mejor… y tal vez ese mensaje no era ni para ti, porque no reconoces el número, pero alguien te acaba de regalar algo hermoso: una pequeña llama de esperanza.
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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD
Maria Dolores Garrido Goñi Marianna acaba de llegar del trabajo extenuada. Ha traído comida sobrante del restaurante donde trabaja de cocinera. El sueldo no es gran cosa pero, el dueño les permite llevarse la comida que sobra, si no se puede aprovechar al día siguiente.
Por lo menos, no tiene que seguir cocinando.
Los niños la acorralan gritando alborozados.
—¿Qué has traído, mamá?
—¿Qué hay para cenar?
—¡Niños, dejad a mamá! —dice el padre— ¿No veis que viene muy cansada?
Julián, el esposo de Marianna, también viene agotado. Su trabajo, de comercial, no está en su mejor momento. A los niños los cuida una anciana vecina, cuando regresan del colegio. Emigrar no parece que haya sido una buena idea.
Es Nochebuena. La cena es el menú especial de Navidad del restaurante. Se miran felices al terminar pero, añoran lo que dejaron en su país: padres, hermanos, tradiciones.
—Marianna —dice Julián ofreciéndole un sobre—, este es mi regalo de Navidad.
A Marianna se le saltan las lágrimas al ver su contenido: unos billetes de avión para su país.
—El regreso, si quieres, se puede anular…
Jose M Fernández –Papá ya hemos acabado el cuento de Blancanieves –dijo Paula, la mayor.
–Muy bien. Mañana prepararemos el árbol –aclaró Alberto, su padre que, en esas ocasiones, extrañaba a su fallecida mujer.
El día de Nochebuena todo estaba preparado para recibir a Papá Noel. Al día siguiente, las niñas, nada más despertar, corrieron hacia el árbol a cuyos pies se extendían algunos paquetes perfectamente envueltos. Las dos hermanas rompieron con energía e impaciencia los envoltorios y se maravillaron con los regalos, gritando y riendo.
–Y aun queda un regalo más. Pero este os lo daré en la comida –dijo el padre.
Preparó con esmero la mesa, ciudadano todos los detalles. Las niñas seguían con sus regalos, solamente Paula se mostraba intrigada por lo que había dicho su padre.
Sonó el timbre y Alberto acudió presuroso a abrir la puerta. Una bella mujer apareció y tras besarlo en los labios contempló a las niñas. Ellas la miraban absortas e interesadas. Su padre cogió de la mano a la mujer y ambos se colocaron ante ellas.
–Os presento a Patricia, ella va a ser vuestra nueva mamá. Este es el regalo prometido.
–Se dice madrastra –señaló Paula–. ¿Vas a ser tan mala como la madrastra de Blancanieves?
Kathy Guerrero Bejarano La señora Antonia se levantó más temprano que de costumbre, era un día de muchos apuros, de muchos ir y venir, hoy no iba a ser uno de esos días que podía andar por la casa moviéndose lentamente. Llevaba el cansancio incrustado en el cuerpo pero no se dejaría vencer en nochebuena y como toda una guerrera se puso al servicio de quien llevaba el mando. Retomó las labores en la cocina con el mismo entusiasmo que lo había hecho en épocas pasadas. Amaba aquel hogar que la había acogido treinta y tantos años atrás y por sobre todas las cosas amaba al niño Jorge, que hacía tres décadas había dejado de ser un chaval, pero que ella estaba empeñaba en seguir siendo su nana. Antonia no llevaba la cuenta de los años cumplidos, por el reumatismo y los achaques sabía que debían ser muchos. Los cumpleaños siempre la encontraron despistada, trabajando duro para mantener los hijos que dejó en tierras lejanas.
Estaba ensimismada en las labores culinarias, cuando dos niños aparecieron en la cocina dando saltos heroicos -¡abuela ven a abrir tu regalo de navidad!- Abuela, esa palabra le hacía palpitar con fuerza el corazón, cuanta bondad la de Jorge y su esposa permitir que dos niños blancos como el pan crudo la llamasen abuela, a ella que era umbrosa como la noche. Los niños la llevaron donde estaba reunida toda la familia, la sentaron frente al árbol de navidad y pusieron en sus manos un pequeño regalo con un enorme moño. Emocionada Antonia lo fue desenvolviendo, dentro había un sobre, dentro del sobre un boleto aéreo con destino a su país natal. Que feliz se sentía la nana, después de tantos años se iba a reencontrar con sus hijos y conocería a sus nietos. Su alegría fue aún mayor al enterarse de que no viajaría sola, Jorge y su familia la acompañarían en su viaje. De los ojos vidriosos de Antonia salieron lágrimas, al fin sus dos familias estarían juntas.
Y como la alegría también es nuestra, habrá colorín colorado hasta que Antonia en su país haya aterrizado.