Seleccionados #ViernesCreativo: pisadas en la arena+nadie dijo nada
EL ENIGMA DE LAS PISADAS EN LA ARENA
¡Vamos con el #ViernesCreativo veraniego!
Escribir un MICRORRELATO (15 líneas máx de Word) que responda al siguiente título:
EL ENIGMA DE LAS PISADAS EN LA ARENA. 😁
Cómo siempre, puede ser de cualquier género, misterio, fantasía, terror, amor, realista… ¡Vamos a ver cuál es el misterio de las pisadas!
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TEXTO CON MÁS ME GUSTAS
Amparo Soria Las huellas infantiles aparecían cada noche sobre la fina arena de la playa.
Anselmo y Severina, los dos ancianos más longevos de la isla, observaban angustiados las misteriosas huellas que las olas del mar hacían desaparecer. Un profundo dolor atormentaba sus vidas. Esa noche, protegidos con negros impermeables, paseaban bajo la tormenta por la playa. Un extraño rayo los sorprendió ofreciéndoles la silueta de un niño mientras escuchaban el susurro de su lamento “Mami, papi, venir a por mí… por favor”.
-¡¡Hijo mío!! -gritó desesperada la anciana, suplicando con las manos alzadas al cielo.
Severina también desapareció entre las olas.
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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD
Silvia Favaro El enigma de las pisadas en la arena.
No quería ser sirena, pero despertaba cada mañana en aquella playa solitaria convertida en una.
Nadaba distancias eternas, solo con el fin de convertir en cansancio, una ira devastadora.
Desde que lo conoció, su raciocinio se anuló y su cuerpo empezó a actuar de forma independiente. Lo perseguía poseída por una pasión demoníaca pegando su cuerpo debajo de su bote y dejándose llevar.
Cuando él paraba el motor y preparaba todo lo necesario para una buena pesca, ella empezaba el rito de seducción con su garganta mágica.
Se convertía en la mujer más bella del planeta y el hombre caía rendido a sus pies, como un conejito suave y sumiso.
Lo enloquecía con sus besos, sus caricias ardientes, hasta sentirlo explotar como un volcán enfurecido.
Cuando el muchacho despertaba; su cuerpo desnudo y su ropa rasgada, no sorprendían a su rostro lleno de satisfacción. Volvía a tierra sin peces y sin explicaciones.
Cuando ella abría los ojos, dudaba haber sido humana, pero sus pisadas en la arena se lo confirmaban.
Jose M Fernández Bajé a la playa, como cada mañana ese verano. Mi paseo matutino se había convertido en un ritual, aburrido a veces de tanta tranquilidad. Hacía varios días que, aunque era muy temprano, observaba huellas recientes en la arena. Seguían mi camino, o mejor, yo el suyo, pues siempre estaban allí cuando yo llegaba. Luego, mucho más adelante, viraban hacia el interior del pequeño bosque y se perdían. Un día divisé, de lejos, a una joven, sin duda la autora de tales pisadas. Seguir su rastro sin perderme significó un reto. Cierta mañana, caminando tras sus pasos, noté un cambio radical: el desvío se dirigía mar adentro. No hallé ningún vestigio de su salida del agua; presagié su ausencia definitiva.
El cadáver apareció días después, en la bocana del puerto. Un cuerpo anónimo, solitario, desapercibido. Un hecho sin mucha trascendencia. Yo, sin embargo, la eché de menos, me sentí desconcertado, sin saber qué hacer en aquella extensión arenosa.
Cuando ya acababa el verano, un día, hallé nuevas huellas. Salían del mar y se adentraban en el bosque. Se me aceleró el corazón. Las seguí y encontré una joven de piel oscura, acurrucada, temblando, temerosa, … Por fin un sentido.
Marcela Adriana Alfonso Ángela era una niña curiosa, cada verano cuando iba de visita a la casa de la abuela preguntaba lo mismo:
—¿Abuela, quién hizo esas huellas en la playa?
—Son pisadas de turistas ansiosos por sentir la arena tibia y suave en los pies.
—No, no son turistas —susurró la niña mirando absorta la playa desde el balcón.
Esa vez notó algo más asombroso, las huellas salían del mar y se dirigían a la casa.
Al caer la tarde las pisadas habían desaparecido gracias a la brisa y a las olas del mar. Pero a la mañana siguiente ahí estaban otra vez, frescas, casi recién hechas. Entonces, Ángela se propuso no dormir para pillar al que salía del mar y se metía en la casa. La abuela apagó la luz, la arropó y le dio un beso de buenas noches.
La niña, con los ojos pegados al techo aguzó el oído. Las hojas de las palmeras se movían con el viento suave acompañadas de un silbido rítmico que pasaba a través de las ventanas. Esa melodía la arrullaba. Morfeo le estaba ganando, así que se sentó en la cama para evitar cerrar los ojos. Con el primer cabezazo se puso de pie y empezó a caminar dentro de la habitación y se asomaba con frecuencia a la ventana. Las horas fueron pasando y Ángela perdía la esperanza de ver al dueño de las pisadas misteriosas. A las doce de la noche escuchó un suave crujir afuera de la casa, era como hojas secas rompiéndose. Rápido corrió a la ventana. La abuela se dirigía al mar, la vio de espalda, desnuda. La niña se tapó la boca pero no pudo evitar seguir mirando. La anciana entró en el mar hasta la cintura, de un momento a otro se sumergió y Ángela con la piel erizada fue testigo de unas aletas coloridas que surgieron un instante del agua para luego desaparecer en la oscuridad del océano.
Maria José Garcia Sosa Era tan joven, iba tan triste, arrastrando su pena al encuentro de su futuro. Sus padres estaban emocionados ante la inminente boda de su pequeña niña, habían negociado su felicidad.
Y ella preguntó para quién son estas joyas, pero nadie dijo nada; volvió a preguntar, para qué son esas telas, pero nadie dijo nada. Y llegó el aciago día y llegó la triste noche en la que el esposo profanó su cuerpo, rompió sus sueños, lloró tanto que se vació de pena. Y se preguntó para qué vale mi vida, pero nadie dijo nada.
Mimi Marmor Eran la imagen de la familia perfecta, amados por todos. Un modelo a seguir de la comunidad en la que participaban generosamente.
Cuando los hijos fueron acusados de abuso, las evidencias eran llamativas, pero nadie dijo nada en contra de los grandesbenefactores y filántropos.
Tiempo después, la madre fue sospechada de malversar fondos de una humilde institución que gestionaba como abogada, pero nadie dijo nada, sopesando el prestigio de la buena mujer.
Ocurrió una horrible tragedia. Un grupo de personas prendieron fuego la casa de la familia ilustre, sellando las salidas, por lo que perecieron calcinados.
Hubo muchos testigos de los perpetradores, que obsevaron pasivamente la masacre. Pero nadie dijo nada…
David Santana García
Seguí todas aquellas instrucciones encontradas en aquella vieja escritura. Paso a paso, realicé los brebajes necesarios para poder llevar a cabo la vieja fantasía que con recurrencia volvía cada noche. Pero nadie dijo nada de lo mucho que iba a disfrutar de mi acelerado pulso al verle desvanecido ante mis pies.
Recorté la ropa con las mismas tijeras con que había preparado la cena. Aun podía oler las tripas del pescado con el que alimenté a Dakota y pensé que la mezcla de olores podría ser una buena combinación. Las tijeras atravesaron con facilidad el abdomen, brotando charcos de sangre oscura sin parar. Ver cómo adquirirían ese barniz bermellón me llevó con rapidez al éxtasis. Pero nadie dijo nada de la dureza que tenía el tejido subcutáneo al desgarrarlo. La mezcla de grasa, bilis y heces no resultó tan agradable como esperaba.
Acerqué el páncreas a mi boca. Me extrañó ese sabor tan amargo. Costó más de lo que pensaba terminar de masticarlo. Ahora iría a por el hígado y, supongo, los riñones. Introduzco mi cabeza dentro de esa viscosidad y empiezo a morder tal y como sugería mi viejos compañeros. Pero nadie me dijo nada de que al fin me podía sentir tan vivo.
ESCRIBE UN MICRORRELATO EN EL QUE SE REPITA TRES VECES “PERO NADIE DIJO NADA” 🤫
TEXTO CON MÁS ME GUSTAS
Ana Maria Y la noche rasgó el cielo, pero nadie dijo nada. Y la noche se cubrió de vida, pero nadie dijo nada. Y la Luna beso al Sol en un manto de púrpuras y fucsias, pero nadie dijo nada…todos estaban durmiendo.
Alicia Gavilán Lo vieron durmiendo en la estación, pero nadie dijo nada. Deambulaba durante el día arrastrando sus pies descalzos, pero nadie dijo nada. Ese día amaneció y él siguió acurrucado bajo sus papeles de diario mientras el tren partía con los pasajeros madrugadores. Nunca más se movió, pero nadie dijo nada.
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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD
Marta GT El oso polar, en tiempos poderosa y temible bestia, es ahora un esqueleto revestido de un abrigo de pelos blancos.
Con paso tambaleante, busca un islote de hielo donde cazar o no superará el invierno…
Todos lo veían, pero nadie dijo nada.
Políticos, presidentes y monarcas miran la televisión y ven kilómetros de redes que capturan basura y algún que otro pez.
Todos lo saben, se reúnen en el G-20.
“¡Venga, hagamos algo!”.
Se miran entre sí y remueven sus culos bien reposados en los asientos, pero nadie dijo nada.
Un grupo reducido de humanos, intrépidos, más evolucionados, libra una batalla contra la Sexta Extinción.
Desde arriba, los planetas observan.
“Ésos merecen ser salvados”.
Todos lo piensan, pero nadie dijo nada.
Almudena García Amores Estaba prohibido fumar en el vagón pero nadie dijo nada porque aquella chica de pelo revuelto y delgadez extrema parecía peligrosa. Sin embargo, a mí me resultó divertida desde el principio, quizá por lo canalla y transgresora de su actitud, quizá porque representaba todo lo opuesto a mí.
Un trayecto de ocho horas en tren dan para mucho y para nada y en cualquier caso, todo lo que me distrajese de mis pensamientos era bienvenido y sus vaivenes de carcajadas y palabras malsonantes me resultaban unas veces simpáticos y otras impertinentes. En una ocasión estuve tentada de acceder a su ofrecimiento y tomar un trago de su lata de cerveza, pero mi sentido del decoro venció al extraño deseo de caerle bien a aquella extravagante chica.
El hombre de negocios que no había despegado los ojos de su móvil en todo el trayecto, cometió el ridículo error de dejar el aparato en su asiento justo antes de llegar a la estación, imagino que para una rápida visita al baño. Al volver, el móvil no estaba porque ella lo había cogido y no sé si los demás lo vieron como yo, pero nadie dijo nada. Le vi perderse entre la gente, preguntando, buscando, sabiendo lo que había pasado y aún así, nadie dijo nada, ni siquiera yo.
Climent La Repera Cuando abrió la enfermera me miró con cara de circunstancia. “El doctor no está. Ha tenido que salir a una urgencia. Pero me ha dado este sobre. Si quiere pedir otra cita, vaya al mostrador”.
Abrí el sobre. Era el resultado del análisis. Miré todos aquellos números, aquellos términos médicos. No entendí demasiado. Miré suplicando una aclaración.
Pero nadie dijo nada.
Fui andando hasta mi casa. Telefoneé a mi novio: “Ya tengo el análisis. Deberías venir a verlo. Seguro que tú lo entiendes mejor”. “Ahora no puedo hablar. Luego te llamo”. “Pero es que…” Se oyen rumores en el ambiente.
Pero nadie dijo nada.
La cena fue insípida, monótona, aburrida, cada cual a lo suyo, la tele entrelazándose con las frases de la familia. En mi cabeza bailaban el análisis, mis sensaciones y la extraña ausencia de mi novio. Carraspeé y dije, lo más tranquila que pude:”¡Estoy embarazada!”
Pero nadie dijo nada.
Sonia Mepu Reme entró en el colegio y, como cada mañana, Regina y sus amigas la llamaron gorda al pasar, le dijeron que olía mal y se rieron a carcajadas. Regina no se cortaba, siempre había testigos incómodos que le lanzaban miradas de reproche, pero nadie dijo nada.
Reme, a la hora del recreo, se quedaba rezagada y buscaba un rincón donde almorzar tranquila, pero hoy Regina tenía ganas de juerga y fue, con sus amigas, a buscarla. La llevaron al patio, le quitaron el bocadillo y la obligaron a comer unas hierbas que crecían al lado de la tapia, diciéndole que eso era lo que comían las vacas. Todos lo vieron, pero nadie dijo nada.
A la hora de geografía e historia, Reme abrió la mochila para sacar el trabajo de cultura greco-romana que debía entregar a la profesora. En su lugar encontró folios con ballenas dibujadas. Toda la clase vio como lloraba, pero nadie dijo nada. Cuando la profesora pidió los trabajos, se quedó sentada.
Al día siguiente, nadie ocupó su silla, ni al otro, ni ninguno más. Acudieron psicólogos para ayudar a los alumnos a superar el trauma. Pusieron en marcha un programa de prevención contra el bullying, pero para Reme ya era demasiado tarde.
Kathy Guerrero Bejarano Allison se engullía el resto de caldo que había sobrado de la cena. En el turbio líquido flotaba una solitaria zanahoria cortada en Juliana. Del pollo, ni las plumas le dejaron, como siempre. A pesar de todo, la joven agradecía que aquella insípida sustancia aún estuviera caliente. Sorbía con ruido para que sus padres no escucharan caer el caldo en el pozo vacío que era su estómago. Los dos sintieron repulsión al escucharla, pero nadie dijo nada. Su madre notó que llevaba la manicura recién hecha, sintió afán por elogiar lo hermosas que le habían quedado, pero antes de decir una palabra se levantó de su asiento y se alejó. Ramón, al darse cuenta que quedó solo con su hija, presuroso se tomó el último trago de café y se marchó. Hacía tres años que comenzaron los desaires, a Allison le dolían como el primer día. La noche estaba fría, era una de esas noches que tientan a meterse temprano en la cama, pero, era viernes. Se fue a su habitación y se sentó frente al tocador, una hora después estaba lista. Llegó hasta sus padres y se despidió, la miraron, pero nadie dijo nada, para variar. Se fue, llevaba en su brazo la funda donde guardaba el traje para la ocasión. Dos horas después un policía les daba la noticia. Allison estaba muerta. Una víctima más de la transfobia. Le dispararon mientras presentaba su show. Ramón y Elena sabían lo que debían hacer, pero nadie dijo nada. En el escenario, cubierto por una sábana estaba Samuel, su único hijo. De la manta que lo cubría salía una mano. Sí, era él, Elena reconoció el esmalte de las uñas.
Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.
Los textos seleccionados serán publicados en un libro a principios del año que viene.