Seleccionados #ViernesCreativo: La vida adulta de Heidi

>>> Os proponemos contar en un microrrelato (como siempre, 15 líneas máx de word) cómo sería la vida de HEIDI de adulta. ¿A qué se dedica? ¿Sigue siendo tan inocente y buena? ¿Sigue en contacto con Clara y Pedro? 
Como algunos de los miembros del grupo pueden ser demasiado jóvenes para conocer a Heidi, ponemos una opción alternativa: Lisa Simpson. 
¡Vamos allá!  

Recordad que desde nuestra APP gratuita de Portaldelescritor podéis acceder al grupo de Facebook desde vuestro móvil y leer allí mismo el reto, además contar con un generador de personajes e historias, un manual gratis para escritores y  los consejos de escritura del blog de Diana P. Morales.

TEXTO CON MÁS ME GUSTAS

Mon Asensio — Caray, Clara, ¡cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal? ¿Qué sabes de Heidi?
— ¿Heidi? Uy, si yo te contara…
— Cuenta, mujer, cuenta…
— Pues mira, desde que la Señora Rottenmeier se casó con el abuelo… de desgracia en desgracia: A los dos días de la boda, el abuelo murió misteriosamente. La Señora Rottenmeier convirtió la cabaña en un albergue rural, dejó Pedro al cargo y se marchó a París dejando a Heidi en la calle y sin un duro. Niebla se despeñó corriendo por un barranco… Ay, a la pobre sólo le quedaba Copito de Nieve. Pero el pobre se comió un cardo en mal estado y también murió. Esa fue la gota que colmó el vaso… y la pobre pasó de un tipo de nieve a otra… Hasta que un día conoció a un tal Marco… En fin, se casaron y desde entonces anda por ahí viajando, medio ida, diciendo que va con un mono en busca de su suegra o qué se yo…

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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD

Bea Dm La vida está hecha de pequeñas cosas: un copo de nieve, la luz de las estrellas, el calor del abuelo, el rebaño, el viejo olor a Niebla, un susurro de abetos, pequeñas cosas que se adhieren como capas a la piel y crean ángeles, así me llamaba la abuelita, “Ángel mío”, mientras le leía a sus antiguos ojos historias envueltas en panecillos blancos. Cuando los abuelos se murieron mi horizonte descendió de las montañas y la tristeza se transformó en la cumbre que tantas veces tuve que remontar. No fue fácil sentir como mi universo se desvanecía y como a duras penas lograba enderezarme. Recuerdo que Clara me llamó, me recordó que podía seguir haciendo feliz a mucha gente, y que esa felicidad acabaría embriagándome. Su familia se ocupó de mis estudios. La medicina geriátrica fue mi gran pasión. En cada mano, cada mirada, cada suspiro, encontraba retazos de lo que siempre amé. En los veranos subo a las montañas con mis nietos y recorremos los espacios salvajes de lo que un día fui, ordeñamos cabras, recogemos prímulas, hacemos queso, visitamos a la familia de Pedro, nos reunimos bajo las estrellas a la sombra del viejo abeto, amamos lo que aún queda de nosotros para luego regresar a otro tipo de mundo.

Carolina Delgado – Déjame recogerte el pelo, así…estás preciosa. Quiero que todos vean el colgante que te he regalado.
– Es precioso, Clara. Me encanta – contesta Heidi girándose para buscar sus labios. Un largo y apasionado beso da pie a que Heidi intente desabrochar el pantalón de su compañera. Clara le muerde suavemente la boca antes de desprenderse de ella.
– No tenemos tiempo. Están a punto de llegar los primeros invitados – responde Clara mientras la coge de la mano y la conduce a la terraza.
Hoy Heidi cumple 50 años y quiere celebrarlo con las personas más especiales que han pasado por su vida. No va a faltar gente del trabajo: desde la directora del primer centro veterinario en el que realizó las prácticas hasta Nacho, el secretario heavy metal de su actual clínica de animales exóticos. Por supuesto, toda la familia va a estar presente: su hijo Tobías, junto con su novia; la tía Dette, que ha venido expresamente desde Dormunt acompañada por el padre de Clara, y Lluvia, el caniche que alegra las vidas de las dos mujeres. Van a recordar viejos tiempos, a reír y a contar anécdotas. Y cuando todos se hayan marchado tomarán la última copa de vino sentadas en el sofá, recordando con una sonrisa a aquellos que ya no están.

Anabel Ris Heidi miraba por la ventana el maravilloso día que hacía, estaba terminando un complicado informe sobre la instalación de una mina de uranio. Le gustaba su trabajo, sus estudios en ciencias medioambientales, le permitian, en cierto modo, cuidar del medio ambiente, aunque a veces echaba de menos las montañas y el contacto con la naturaleza. Sonó un pitido, era un whatssap de Clara, estaba preparándose para los próximos juegos paralímpicos. ¡Qué orgullosa estaba de su amiga! Había empezado a nadar para fortalecer sus débiles piernas y se había convertido en nadadora profesional. Solian verse una vez al año, Heidi conservaba la cabaña del abuelo y todos los veranos pasaba allí unos días con su familia. Clara siempre les acompañaba y disfrutaban haciendo excursiones por la zona.
Apagó el ordenador y cogió su bolso, recordó que tenía que recoger a sus hijos del colegio. Pedro trabajaba hoy hasta tarde y la había avisado para que fuera ella a buscar a Clarita y a Marco al colegio. Pedro había fundado, años atrás, un refugio de animales que era su pasión y le permitía ganarse la vida haciendo lo que más le gustaba, cuidar de los animales.
Mientras conducía el coche, Heidi miró las nubes y sonrió pensando en su abuelo: ¡estaría tan contento de verla feliz!

Yolanda Salgado El traqueteo no la había dejado dormir en toda la noche, y la luz que se colaba por la ventana indicaba que las horas de sueño se habían terminado. ¿A qué distancia estaría ya? Echó un vistazo al retrato de Pedro que milagrosamente había resistido sobre su mesilla. Una sonrisa afloró en sus labios al recordar su infancia en los Alpes. No todo había sido fácil, especialmente tras la muerte de su abuelo, pero sabía que su curiosidad no podía quedarse encerrada entre aquellos muros de roca y nieve. Ni tan siquiera por él. Sus ganas de aprender y la financiación de su amiga Clara le habían brindado el mundo, con todas aquellas especies animales que conocer, dibujar y estudiar. La fama y reputación que se había ganado no la reconfortaban por las noches porque, aunque su espíritu era libre, su corazón aún seguía jugando entre aquellas briznas de hierba donde jugaba de niña junto a Niebla, su fiel amigo de cuatro patas del que aprendió el significado de la generosidad y la lealtad. Sus viajes le habían impedido formar una familia; siempre supo que pedirle que la esperara era demasiado. Y ahora estaba viajando para conocer a los pequeños de rizos rubios y gran sonrisa que sus mejores amigos habían tenido hacía ya 5 años. A veces hay que perseguir lo que se ansía para comprender que lo que más se necesita suele ser lo que siempre habíamos tenido; había llegado el momento de volver a casa.

 


Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores. Los textos seleccionados serán publicados en un libro a principios del año que viene.