Seleccionados #ViernesCreativo: historia en el cielo o el infierno
¡Vamos hoy con otro reto de la agenda para escritores!
>> En 15 líneas máximo (de word) escribe una historia AMBIENTADA EN EL CIELO… O EN EL INFIERNO. ¡Vamos a ver cuál es el más elegido por los compañeros del grupo! jeje
OPCIONAL: si necesitáis más conflicto, os proponemos LA PÉRDIDA como tema. Alguien pierde algo, o a alguien, o busca algo perdido… ¡Sólo para quien se anime! Si no, tema libre. Como si queréis contar una visita de Satanás al cielo o cómo se instala en el infierno el primer aire acondicionado. ¡A ver cómo surge!!
Recordad que desde nuestra APP gratuita de Portaldelescritor podéis acceder al grupo de Facebook desde vuestro móvil y leer allí mismo el reto, además contar con un generador de personajes e historias, un manual gratis para escritores y los consejos de escritura del blog de Diana P. Morales.
TEXTO CON MÁS ME GUSTAS
Jose Luis Gonzalez Garetto La arena estaba caliente. Felipe iba descalzo sintiendo como se colaba entre sus dedos. A lo lejos, hombres y mujeres en traje de baño bailaban y reían felices. Mientras se acercaba, la pegajosa música se hacía más fuerte y su cuerpo se contagiaba con el ritmo. Poco antes de llegar a la pista de baile, se topó con dos hombres que conversaban sentados cómodamente en preciosos cojines de seda. Uno de ellos, el verlo, le hizo un gesto para que se acercara. Era un hombre de piel blanca, barba negra y unos ojos celestes que irradiaban luz. Su compañero tenía la piel tostada, un musculoso torso lleno de tatuajes y ojos rojos que quemaban al verlos. Ambos lo miraron un par de segundos. El hombre de ojos celestes habló primero: “Bienvenido, Felipe, yo soy el creador todopoderoso, Dios de los hombres y Rey de todos los Universos”. El hombre de ojos rojos soltó una carcajada y dijo “Y yo soy Lucifer, Dios de la muerte y señor de la eternidad”. “Perdonen” – Dijo tímidamente Felipe – estoy confundido, Azrael me trajo hasta la puerta, pero aún no se si estoy en el cielo o en el infierno”. Los hombres se miraron sonrientes, entonces habló Lucifer: “Cada hombre construye su propio cielo o infierno durante su vida en la tierra, nosotros no tenemos nada que ver en eso”. “Pasa y diviértete” – acotó Dios, apuntando a las personas que bailaban – “Esa es tu fiesta de despedida, mañana vuelves a nacer”
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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD
CIELO
Toni Ávila ‘Asuntos pendientes’
Y regresé al cielo. Él me había mandado llamar.
-Tu trabajo ha terminado -dijo-, no queda nada bueno en ellos.
-Estarás contento. Ya puedes montar tu apocalipsis.
-Currucucú-, contestó, ignorando lo mucho que odiaba que se transformase en paloma en mitad de una conversación-. Lucy, Lucy… No seas picajoso- añadió burlón-. Mira a tu hermanito, aquí a mi derecha, dejé que lo crucificaran y no me guarda rencor.
No le dió tiempo a decir nada más. A mi señal, Chus lo sujetó y yo lo decapité con mi espada de fuego. Después, tras recuperar las alas, me senté en mi nuevo trono.
Eloina Calvete Garcia Desengañado del mundo, decidió perder la vida. Al fin y al cabo, todas las religiones hablaban de las bondades del más allá. Ingenuo y confiado cerró los ojos. Saltó al vacío. Y llegó a un cielo. Pero aquel lugar no era como había imaginado. Ni mucho menos. Estaba todo muy limpio, eso sí. Parecía un complejo hospitalario recién estrenado. La gente vestía túnicas que relucían de puro blanco, los edificios también eran de un blanco tan luminoso que hacía daño. Recordó que se había dejado las gafas de sol en casa y se preguntó si habrían llegado intactas de haberlas tenido puestas cuando saltó. Ahora le vendrían muy bien.
Su imagen desentonaba en aquel níveo paisaje. Todavía llevaba la misma ropa, unos vaqueros gastados y una camiseta negra. Alguien le señaló uno de los edificios y allí se dirigió. Subió unas interminables y resplandecientes escaleras, siguió una línea blanca rotulada en el suelo y llegó hasta la puerta que le correspondía. Una maciza e imponente puerta con un rótulo: ‘Sala de juicios’. Ni siquiera la abrió. ¿Juicios? Se había equivocado, ese no era su cielo. Seguiría buscando. Inmune al desaliento, desanduvo el camino y regresó al punto de llegada.
Y cerró los ojos.
Y saltó al vacío.
Wildo Lagos Me dijeron, como recién llegado, que aquél lugar no era ni el cielo ni el infierno. Y mucho menos que existía un Dios. Que existían los puros y los impuros. Todos los que íbamos a morir, en la tierra, tendríamos nuestras alas. Las mías; como las de losdemás allí, eran tan negras como mi espada y mi armadura. Todos debíamos prepararnos para la gran batalla con los impuros. Ahora quitaban la venda de mis ojos. En la tierra, habíamos vivido siglos en una burbuja de mentiras. Se nos decía que fuésemos buenos para llegar al ”cielo”. Cuando en realidad….. comprábamos nuestro pasaje a otra tierra; solo para ser soldados en una batalla en los cielos. Pobres humanos. No tienen idea de lo que les espera después de la muerte.
Glauka Kivara Una vasta planicie gris se extendía ante ella.
– ¿Es esto la antesala del cielo? –preguntó sin obtener respuesta alguna.
Sin saber qué otra cosa hacer, Noelia comenzó a andar. «Porque voy a ir al cielo, ¿no? He sido una buena persona, trabajadora, buena hija, amable, servicial. ¡Siempre ayudaba a mis vecinos mayores a cruzar las calles o con las bolsas de la compra! ¡Merezco ir al cielo! ¿No?
¿Quizás no ha sido bastante? ¿Debí ser más generosa, más solidaria? La verdad es que nunca me impliqué mucho con personas que no conocía…y me negué a perdonar a Luisa, por mucho que ella intentó disculparse… Ay dios…¡Ya nunca podremos volver a hablar! ¡Y voy a arder en el infierno! ¡Lo siento, Luisa, te perdono, te perdono! ¿Servirá de algo?»
Vagó y vagó, sin sentir hambre ni cansancio, alternando los lloros y el miedo con la calma y la esperanza. Le llevó años comprender que, el cielo o el infierno, lo llevamos dentro.
Jennifer Girol —No irás.
—No me enseñaste a obedecer.
—Lamentarás desafiarme.
La prohibición de mi padre no hizo más que aumentar mi curiosidad por conocer ese bando enemigo al que todos llamaban Cielo. Durante la fiesta de su onomástica, mientras empalaban a los nuevos bajo el rito del fuego rojo escapé. Atravesé el último agujero negro, el único que me llevaba a ese mundo celestial tan odiado en nuestros dominios. Cambié mi aspecto y me transformé en un ser opuesto. Al llegar, un delicado cantar me paralizó. Cuando vi a aquel dulce ángel apacible levitando entre las esponjosas nubes y sentí aquel aroma exquisito emanando de sus alas, algo palpitó en mi pecho. Me sobresalté. ¿Qué era eso? Me acerqué a ella y ambos nos miramos como si fuésemos lo único en el mundo. Tomé sus manos y temblamos a la vez.
—Eres el ángel que esperaba.
De pronto vi el horror en sus ojos. Un ser gigante, siniestro y enloquecido ensombreció nuestra luz.
—¡No puedes desafiarme!
Mi padre me devolvió mi aspecto frente a ella. Al ver su mirada aterrorizada sentí partirse aquello bajo mi pecho.
INFIERNO
Amparo Soria -Bajaré al infierno si hace falta….pero debo encontrarlo.
-¡No, no puedes hacer eso! ¡Estás loca, Alicia!
La joven se armó de valor y comenzó a bajar aquellas interminables escaleras. Escalones amplios que crepitaban al sentir los pies sobre ellos. La temperatura aumentaba a medida que Alicia bajaba cada tramo.
Al fin llegó al infierno. El calor era insoportable y una neblina insistente se empeñaba en no dejarle ver con claridad. Escuchó una sugerente voz masculina que la envolvió y le aceleró el corazón.
-Hola, bienvenida a mi hogar. Cruza la puerta de fondo…
Obedeció y cruzó la puerta con cierto temor. Para su sorpresa, la temperatura en ese lugar era agradable. Un desconocido aroma suave y embriagador la sumió en una leve somnolencia.
-Hola. Estoy buscando mi destino ¿Cómo es que aquí no hace calor?
-Ya lo has encontrado ¿El calor? Es para despistar. Este es el verdadero paraíso. -respondió Lucifer satisfecho.
Carol Belasco Las puertas llegan tan arriba que es imposible alcanzar el límite con la mirada, tras ellas puedo ver un camino iluminado por fuegos fatuos. Estoy tan asustado que apenas reparo en la selva exuberante que lo circunda aunque el aroma es intenso y floral y me envuelve en un abrazo de bienvenida.
Desde que empecé a caminar, tras salir de la luz al final del tunel, siento que vuelvo a ser sólido.
A lo lejos veo otros senderos con figuras solitarias, ninguno es igual al mío pero todos lo recorremos en silencio: asustados y expectantes.
Mi camino se detiene en una gran mansión, aquella que deseé tener toda mi vida en la Tierra, en ella descubro todos los posibles placeres mundanos, excepto la compañía. Aunque puedo contemplar a otros en sus nuevos hogares, no puedo escucharlos ni ser escuchado por ellos.
Así es como, al cabo del tiempo, entiendo que esto es el infierno: una solitaria eternidad por siempre alejado de todos los que te importaron, recluido en una jaula de oro, con todo lo que siempre deseaste tener, excepto lo que realmente necesitabas.
Maite Ugalde Martinez Él había comprado todo en vida: los edificios del pueblo, las empresas y sus trabajadores, el respeto y el miedo de los vecinos; las mujeres más hermosas y hasta el cariño de su mujer y sus hijos. Ahora estaba tumbado en su lecho de muerte, había aceptado al fin que no podía comprar su vida. Hizo llamar al sacerdote, que acudió corriendo, pues el moribundo había sido muy generoso con la iglesia.
–No tengo tiempo que perder, padre. ¿Cuánto?
–No entiendo a qué te refieres, hijo.
–¿Cuánto dinero? ¿Cuántas misas? ¿Cuánto es necesario para poder ir al Cielo?
El sacerdote tragó saliva y con la voz más dulce de la que fue capaz contestó:
–Dios es misericordioso, hijo. Confía en su inmensa bondad.
–Confío en él, padre, pero quiero estar seguro, seguro del todo.–Sus ojos se desorbitaron–. Tengo miedo de condenarme.
–No pasará eso, hijo, has hecho muchas obras de caridad, has ayudado a muchas viudas y huérfanos…
–Sé que he hecho muchas cosas mal, padre. Por eso tiene que ayudarme: dígame una cifra y yo la pagaré, aunque tenga que dejar a mis hijos sin herencia.
–De ese modo no puedes conseguir nada. Confía en Dios, hijo.
–¡Maldita sea, padre! ¡Dígame cuánto de una vez!–gritó con voz tan estentórea, que este último esfuerzo acabó con su vida. El sacerdote le cerró los ojos y rezó una oración por su alma.
En el infierno dos demonios prepararon una nueva celda. “Este que viene es de campeonato” dijo el más viejo al otro con voz resignada.
Neo Zevlag El plano terrenal limita al Cielo y el Infierno. Ella devoraba corazones luego de llenarlos de deseo. Él protegía a los indefensos y guiaba a los justos. Eran tal para cual.
Él nunca supo lo que era el deseo carnal hasta que ella le enseñó las maravillas de lo que se había perdido durante tantos siglos. Sus encuentros fueron cada vez más entretenidos al nivel que ella pensaba que sentir dentro suyo al ángel la acercaba más al Cielo, la bondad y la paz que ella nunca pensó que necesitaba para tener el balance de su alma en pena y tenía miedo de perderlo pero, vivir al límite los consumió más temprano que tarde, y el Destino los castigó. Él perdió sus alas, su eternidad y se convirtió en hombre, Ella fue convertida en una figura de carbón para alimentar los ardientes hornos del Infierno
#VIERNESCREATIVO: FIN DEL MUNDO EN EL CARIBE
TEXTO CON MÁS ME GUSTAS
Jose M Fernández Silvia me ha despertado bruscamente, asustándome: ¡El mundo se acaba!, chilla como una loca. En la televisión se habla de que una enorme explosión termonuclear producida en el Sol achicharrará la Tierra. ¡Cuando se nos ocurre venirnos de vacaciones a la República Dominicana, tiene que llegar el fin del mundo! ¡Qué mala suerte, joder!
Volver a España resulta imposible. Cada una de nosotras quiere hacer una cosa diferente; tomamos rumbos distintos. No sé cómo acabé en el muelle del puerto pesquero. Estaba vacío, un lugar idóneo para pasear… en otro momento.
Un viejo pescador colocaba unas redes en su pequeño barco. Me miró extrañado y siguió a lo suyo. Me detuve ante él y le ofrecí un cigarro, lo aceptó.
–¿Quieres acompañarme a pescar? – preguntó.
–¿No sabe que el mundo se acaba?
–Para mi el mundo se acaba cada vez que me duerno de noche; nunca sé si me despertaré al día siguiente. Quiero morir en el mar, haciendo lo que me gusta.
No lo dudé y salté a bordo. Salimos a mar abierto y el viejo sacó una botella de ron con dos vasos. Nos sentamos en la borda. No puedo decirles si llegamos a brindar o no.
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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD
María Jesús Díez García —¿Quieres más ron? —preguntó Ricardo.
—No, así está bien —contestó Julián. Tomó el combinado y le dio un sorbo, admirando la puesta de sol. Aquella playa era el paraíso en la tierra; ojalá que lo que viniera después se pareciera mínimamente. Quizá por efecto del alcohol o del paisaje, no pudo resistir la tentación de decirlo en voz alta:
—Al final hemos sido nosotros mismos quienes hemos terminado con nuestra especie.
Ricardo le miró extrañado, hasta que pareció resignarse a romper su tácito pacto de silencio.
—Eso no es ninguna sorpresa —dijo—. Lo único que llama la atención es que no haya sido por una guerra o por haber destruido nuestro hábitat.
—Sí, hemos sido más originales de lo que preveían todas las películas de catástrofes.
—Es lo que tiene habernos ido cargando el relevo generacional poco a poco. Ahora aquí estamos: todos los que quedamos. Todos ancianos y ningún joven. Tomando “cocolocos” para olvidar que después de nosotros no vendrán más.
Julián levantó de nuevo su vaso y le dio un buen trago.
—¿Habrías preferido una lluvia de meteoritos, o una invasión extraterrestre? —preguntó con una sonrisa maliciosa.
—Qué coño, con lo mal que tengo las rodillas, a ver cómo salía corriendo…
Los dos se rieron.
Silvia Favaro Mi boca roza tu figura con una suavidad casi perfecta; me dejo llevar, y mis dedos se deslizan en ti, eres poesía escrita en braille.
En la profunda oscuridad de unos párpados cerrados, dibujo tus curvas perfectas, mis manos suaves como mariposas disfrutan del néctar de tu fuente mágica, emana licor embriagando a mi corazón sediento.
Callo; porque el silencio me transporta a un viaje eterno de placer, escucho tus gemidos, tu respiración cortada y pequeños balbuceos indescifrables.
Las gotas de lágrimas eróticas recorren tu piel erizada, humedeciendo mi virilidad expuesta.
Te veo con mis manos; y ellas inician este juego seductor, encendiendo mi nariz y derritiendo mis oídos, mientras que mi boca saborea toda tu lujuria y mis ojos duermen el sueño eterno, de un placer ilimitado.
Enredados hasta morir; así lo decidimos.
Una cama para dos en un hotel de baja categoría, nuestros corazones agitados desean calmarse.
Afuera; una playa paradisíaca se desdibuja por el temporal, se acerca el final.
Nosotros comenzamos una eterna felicidad.
Carolina Delgado Han pasado 12 días y seguimos sin encontrar otros supervivientes. Mi hija Jana está agotada; a sus 6 años no acaba de entender lo que ha ocurrido. Ha pasado de estar con sus padres disfrutando de las vacaciones en el Caribe a estar vagando por un mundo inerte en busca de otros que, como nosotras, hayan tenido la “fortuna” de sobrevivir al ataque de esos seres espantosos que cubrieron el cielo con lenguas de fuego para luego desaparecer. Sigue teniendo pesadillas. La imagen de su padre en llamas le persigue. Yo ni siquiera pienso en ello. Los primeros días sólo pensaba en sobrevivir pero últimamente sólo cruza por mi mente la posibilidad de evitar más sufrimiento a mi hija. ¿Qué vida le espera en un mundo roto? ¿Cómo reaccionarán los otros supervivientes, si los hay, cuando los encontremos? ¿Y cuando empiece a escasear la comida? ¿Y si quieren abusar de ella?… ¿Es realmente la muerte el peor de los destinos? No quiero que sufra. En la próxima farmacia que encontremos voy a pasar el tiempo necesario leyendo prospectos hasta encontrar el medicamento que, en la cantidad adecuada, le provoque un profundo sueño del que no despertará. Como en su cuento favorito, La Bella Durmiente. Sólo que en esta ocasión no habrá príncipe encantado.
Sonia Mepu Un tríptico volaba llevado por el aire y se posó delante de Ana: “Arena blanca, palmeras y aguas turquesas”. Nada era ya así. El mar había engullido la arena y el viento había dejado en pie, apenas dos o tres palmeras. Ella había participado como activista en miles de campañas: “Salvemos las ballenas”; “Salvemos a los osos polares”… La última fue: “Salvemos el Caribe”. Y allí se había rendido, comprendiendo que la estupidez y el egoísmo humano acabarían con su propia autoextinción, arrastrando consigo a millones de especies. La vida tenía los días contados.
–¿Una piña colada, mi niña? –ofreció Manuel con su blanca y amplia sonrisa. Era el más anciano de la isla. Valoraba mucho a Ana y todo lo que había intentado hacer por los demás, renunciando a tener una vida propia.
–¡Claro!. Siéntate conmigo. Sin tu compañía, me dejo llevar por la realidad y me amargo –dijo viendo a lo lejos como el mar traía los restos de un manatí envuelto en plástico. Miró a su viejo amigo, buscando consuelo.
–Piensa, mi niña, que al desaparecer la humanidad, el planeta y los seres que queden, tendrán una segunda oportunidad. –alzó su copa y brindaron por ello.
Anabel Ris Paseaba por la paradisiaca playa caribeña empujando la silla de ruedas de mi hijo. Adrián se distraía mirando las olas, yo disfrutaba viéndolo feliz. Mis investigaciones como biólogo marino me habían llevado a descubrir que un gigantesco tsunami engulliría todas las islas y continentes, empezaría una nueva era donde el agua cubriría el planeta. Fue entonces, cuando decidí pasar estos últimos días con mi hijo, aquí, en el Caribe. Solo nos teníamos el uno al otro, y él sentía verdadera pasión por el mar. Había nacido con una enfermedad que le impedía caminar y desde pequeño le encantaba jugar en el agua, allí no se sentía tan diferente a los demás chicos.
-¡Papá! ¿Nos damos un baño?- Me dijo frenando la silla con sus manos.
Lo cogí en brazos y lo senté, con cuidado, en la orilla. Las olas cada vez eran más fuertes, aunque los bañistas disfrutaban bulliciosos, ajenos a lo que sucedería.
-¡Cierra los ojos y piensa un deseo!- le dije llevado por un oscuro presentimiento.
-¡Vale, papá!, ¡Pero ya soy mayor para las chorradas de los deseos, tengo casi 14 años!
Apreté su mano con fuerza y cerré los ojos. Lo ultimo que sentí es que una ola nos arrastraba lejos.
Verónika Lorite El mundo era un lugar extraño en estos días y los humanos demostraron una vez más que no eran “normales”. No. No lo eran. Un humano “normal” habría llorado día y noche, temblado, suplicado y rezado, abrazados a sus familiares hasta que el último de los meteoros impactara sobre la atmósfera terrestre. La cuestión es que en esos días pasó de todo: bautizos multitudinarios, enlaces matrimoniales, oraciones y cánticos, ¡todo a lo grande! También altercados, robos e incluso algún que otro asesinato, y es que la gente es verdaderamente impaciente. Pero lo que llenaban las redes sociales fueron las invitaciones a “las mejores fiestas del apocalipsis”, videos de “flashmobs” de todas las partes del mundo, multitudinarias quedadas en las grandes plazas de las ciudades para darse abrazos o besos, porque nadie debería morir sin al menos ser besado una vez en su vida, por no hablar del sexo, todo el mundo andaba entre las sábanas estos días… La cuestión es que habíamos pospuesto demasiadas cosas y al enterarnos de lo que iba a ocurrir nos sentamos e hicimos una lista de todo lo que no habíamos hecho: tópicos como subir la Torre Eiffel, visitar las pirámides, escalar el Everest, saltar en paracaídas y hacer el amor en una isla paradisíaca, bajo una palmera. Y, como todo no podía ser, terminamos sobre una toalla de piñas, en una isla del caribe, desnudos, besándonos y jadeando, mientras el mundo temblaba a nuestro alrededor… porque tal vez no había un final feliz, pero nosotros llegaríamos felices al final.
Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.