Seleccionados #ViernesCreativo: historia de una heroína

¡¡Vamos ya con el #ViernesCreativo!! Y este va a ser fantástico 
El reto es:
>>Escribir una historia (15 líneas máximo de word) protagonizada por una HEROÍNA de vuestra invención.
¡Las posibilidades son muchas! No penséis solo en la fantasía, también hay heroínas en la vida real  Puede ser una súperheroína de fantasía, con poderes sobrehumanos (y le podéis poner hasta su propio nombre), o puede ser una heroína en un mundo futuro, o actual… ¡o pasado! Puede ser una heroína porque salva a la humanidad entera, o porque salva a una sola persona, o porque derrota a uno de los “malos” o se sacrifica por un bien mayor… Eso queda a vuestra discreción. Insisto, muchísimas posibilidades. ¡Vamos a ver qué surge!

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TEXTO CON MÁS ME GUSTAS

Rafael Araiza La recuerdo de mi niñez, era alta, delgada y morena. Esperaba en una orilla de la carretera para ayudarnos a cruzarla y llegar seguros a la escuela en el otro lado, así lo hacía con todos los niños durante los días escolares.
Un día la vi pararse frente a un camión muy grande para salvarnos de ser atropellados, sólo levantó su brazo derecho con los dedos de la mano juntos mientras hacía sonar su silbato y el vehiculo paró de inmediato. En ese momento creí que era una heroína.

Esta mañana, después de muchos años, leí una noticia en el periódico que hablaba de ella: “Hoy se ofician los servicios funerarios de Patricia Cárdenas, quien en vida se desempeñó como agente de tránsito y vialidad por más de treinta años. Muchos la recordamos de la escuela, siempre ayudando y vigilando por la seguridad de los educandos”. Ahora lo sé con seguridad: era una heroína.

Me gustas: 12

OTROS 7 TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD

María Serrano Apretó el acelerador dejando las luces de la gran ciudad a sus espaldas. Anochecía prematuramente gracias a los amenazantes nubarrones otoñales y al maldito cambio de hora que tanto odiaba. Notó un pinchazo agudo en el abdomen y cómo un cálido flujo mojaba el salvaslip. ¡Mierda!. Ahora tendría que parar en alguna estación de servicio a comprar tampones. Pensó en que su pequeña hija estaría cenando y quería verla despierta. La esperanza de darle un hermano se desvanecía un mes más. Necesitaba su abrazo para no sentirse “mala madre” por dedicar tanto tiempo a su carrera… ¿Merecía la pena? En su día a día tenía que luchar el triple que sus compañeros, demostrar que ser mujer y madre no era razón para no ser eficiente y tener las mismas oportunidades. Pero la exigencia era mucho mayor. Y encima, tenía que tragarse cada día las ganas de gritar ante ciertas miradas, ciertos comentarios, ciertas actitudes.
Por si ésto fuera poco estaba él. ¿Qué hacer si encuentras a la persona perfecta para ti, cuando ya elegiste a otra persona perfecta? Resistir. Luchar contra el deseo. Olvidar que era mujer. Recordar que era madre. Era esposa. Era una profesional. Era…
No pudo ver lo que era: solo una sombra en mitad del carril y pegó un volantazo. Cuando pudo controlar el coche, se encontraba en el arcén. Paró el motor. Lloró un rato y volvió a la carretera.
En el garaje, se miró en el espejo retrovisor. Tenía un aspecto horrible con el rimmel corrido. Una toallita desmaquillante y el lápiz de ojos que llevaba en el bolso, obraron el milagro.En la radio del coche sonaba “Show must go on” y le pareció una ironía del destino. En el ascensor pensó en cómo necesitaba un baño de espuma y dormir más de 6 horas seguidas. Besó a su marido, que la recibió distraído sin apenas levantar la vista de su tablet, y se encaminó a la habitación de su hija.
– ¡Mamá! Leéme un cuento.
– Claro, mi amor. Érase una vez…
Después del cuento, hizo la cena, preparó la comida del día siguiente, planchó la ropa del tendedero, dejó otra lavadora tendida…

Glauka Kivara Llegó caminando descalza al erial, y se acostó sobre los escombros del viejo mundo. Sus cabellos buscaron la tierra mientras su mente alzaba el vuelo. Soñó con grandes árboles, con flores y plantas aromáticas. Con un río limpio y rebosante de peces, con el cielo surcado con melodías de pájaros.
Los rayos del Sol la despertaron y ella no se demoró en su tarea: apartó escombros, cavó agujeros y plantó cientos de semillas que extrajo de su zurrón. Al anochecer llamó a la lluvia para que bendijera su trabajo. Pasaron años antes de que su sueño se cumpliera, pero finalmente Perséfone devolvió la vida a un mundo desolado.

M.J. Arillo Todo le venía grande, todo parecía haber duplicado su tamaño ante ella, todo se presentaba aumentado ante sus ojos. Se llamaba Hema, pero todo el mundo la conocía como la enana del cuarto B. Se volvían a mirarla, algunos con pena, otros con desprecio. Ella notaba los sentimientos que provocaba y los cuchicheos que sembraba a su paso e intentaba amortiguarlos con una sonrisa amable y amplia. Una noche, un revuelo en el pasillo de su planta junto con unos impertinentes toques en su timbre hizo que se despertara y saliera para comprobar qué sucedía. Abrió la puerta y una bofetada de humo le golpeó la cara. Se dirigió a la escalera con una mano en la boca y la otra apoyándose en la pared, cuando al pasar por la puerta de Catalina, una señora mayor que utilizaba silla de ruedas, escuchó gritos de auxilio. No podía intentar forzar la puerta para abrirla, era demasiado grande y pesada. Dio la vuelta y fue de nuevo a su piso, corrió hasta el balcón y, cual equilibrista sin red, pasó al balcón de su vecina. Se la puso en los hombros, abrió la puerta y, casi arrastras bajó las escaleras. Llegando ya al último tramo, un par de bomberos aparecieron. Se quedaron muy sorprendidos de la heroicidad de aquella mujer, además ellos pensaban que ya no quedaba nadie en el edificio. Al salir a la calle, cada una en brazos de un bombero, un fuerte y emotivo aplauso sonó. Desde entonces Helma se ganó un nuevo apelativo: “WonderHema.”

Verónika Lorite El sol había caído y Laura seguía viva. Nunca había sido de esas personas que se sienten afortunadas, pero hoy podía decir a cualquiera con quien se cruzara en su camino, que había sobrevivido. Y lo podía decir con la cabeza bien alta, pues todos con los que se cruzaba estaban muertos, descuartizados, desangrados, descerebrados… y es que eso es lo que tiene un apocalipsis zombie, ¿no? Laura había sobrevivido, de momento: dos días, diez horas y treinta y cinco minutos… los minutos pasaban entre respiraciones entrecortadas, mientras la ausencia del sol despertaba a los muertos del día. Y si le preguntases a ella el encontrar pautas en la naturaleza de estos seres debería ser escalofriante, pero tal vez esa esencia observadora era lo que la había mantenido viva. Los primeros movimientos de estos seres eran descoordinados y desubicados, claro nadie espera regresar de los muertos, ¡tiene que ser todo un shock!, pensaba Laura y sí, tal vez se le empezaba a ir un poco la cabeza, pero es lo que tiene enfrentarse a la muerte y ganar. Así, Laura García, de los García de toda la vida, armada con un palo enorme, un machete y su reproductor de música, avanzaba entre pasos de baile coordinados reventando cabezas y sintiéndose cual Lord Star… cuando lo vio. Su Pepe, levantándose del suelo, ceniciento, ensangrentado y cuasi descerebrado, aunque realmente siempre fue un poco así, rio nuestra protagonista mientras se acercaba a su antiguo amor, ese que le partió el corazón, a ella y a cuarenta más y así tomando carrerilla, alzó el palo y ¡plom! Le partió la cabeza. Y si gritó de alegría al hacerlo, nadie se lo tendrá en cuenta, ¿verdad? Pues estaba sola, rodeada de zombies, poniendo su granito de arena en salvar el mundo…

Lory Martín Barredo Murió hace tres semanas. Desde el diagnóstico de ELA hasta su muerte habían pasado cuatro años. Su silla de ruedas fue su Pegaso y jamás perdió la sonrisa. La capacidad de recibir abrazos la liberaba. Echo de menos asomarme a sus ojos oscuros y contemplar el mar.

Jose M Fernández Urraca oteaba el amplio valle del rio Lor. Aquella corriente era el eje vital de su condado, pequeño pero rico. Esa visión, antes alegre, era ahora amarga. Quizás miraba ese hermoso paisaje por última vez. El mensajero del rey Ugor había sido claro: el condado debía integrarse en el reino. Y sólo había dos maneras de hacerlo: una boda entre Urraca y Ugor o una guerra.
Urraca sabía que la guerra no era opción. Su ejército era minúsculo y sus armas eran anticuadas, de principios del siglo XXI; el ejército de Ugor, por el contrario, era muy poderoso y disponía de quasars electromagnéticos y de cañones de protones. Si oponían resistencia, sus súbditos serían masacrados.
Ugor era un hombre mayor, un gigante grosero y presuntuoso; nunca podría amarlo. Pero esa no era la cuestión. Se concertó la boda.
Tras la celebración, Ugor estaba borracho. Acudió a la cámara nupcial y ella le ofreció una copa de néctar de Ambros y un documento que el rey firmó. Este bebió e, inmediatamente, se durmió; ya no despertó jamás. Ella fue castigada a vagar sola y para siempre por el espacio infinito, pero su condado pudo permanecer libre.

Carol Belasco No había dejado de llover en tres largos días, el invierno asomaba ya su cruel garra y las menudas manos aferradas a su vestido le recordaban sus escasas posibilidades. No habían llorado cuando huyeron a través de los túneles bajo la ciudad, tampoco habían llorado antes, cuando sus padres los dejaron ocultos con ella, pero sabía que llorarían cuando el hambre apretase sus estómagos. Había sido su princesa, ahora era lo único que tenían. No quedaba nadie más.
La noche se cernía ya y necesitaban un lugar donde dormir, les condujo hacia las montañas, donde abundaban cuevas abandonadas hacía mucho por los dragones que su padre había combatido. Se arrastraron tras ella hacia el interior de la gruta escogida, que revelaba un olor demasiado intenso para ser antiguo: Ya quedaban pocos y solían ser ancianos, aunque igual de temibles. El fuego de uno te calcinaba en segundos, pero el hambre y el frío serían más crueles.
Les dejó ocultos y sujetó la espada matadragones con toda la fuerza que pudo, cuando todo se había derrumbado, había sido lo único que se llevó con ella, entonces no supo si por nostalgia u orgullo. Al escuchar el atronador regreso del amo de la cueva no pensó en el fuego, la agonía y la muerte sino en la deliciosa carne que nunca se pudría, en la sangre capaz de producir y alimentar el fuego, en la sólida piel que usarían como paredes, en las alas que les servirían de ropa y mantas, los colmillos que usarían como armas y en la gema que latía en el pecho de la criatura, por la que lograría una fortuna y, sobre todo, una oportunidad de sobrevivir.

 


Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.