Seleccionados #ViernesCreativo: Esta es Sara y tiene un secreto.

 Esta es Sara: guarda un secreto, algo que NADIE PUEDE IMAGINAR. ¿Qué podrá ser?? ¡Misterio, emoción!  Cuéntanos su historia (15 líneas máximo de word)

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MICRORRELATO CON MÁS ME GUSTAS

Glauka Kivara Todos piensan que fue un incendio. Un brasero puesto toda la noche que prendió las enagüillas, el salón, la casa. Y así fue. Mis poderes piroquinéticos solo ayudaron a que el fuego se extendiera con más rapidez, que avanzara hacia su habitación, que ardiera su cama antes incluso de que se despertara.
Todos piensan que estoy en shock. Y es verdad, lo estoy. Han sido muchos años de maltrato. Me costará aprender a vivir sin miedo, pero lo conseguiré.

Me gustas: 18

OTROS MICRORRELATOS SELECCIONADOS

Teresa Lluqueta En aquel jardín manchado de sangre creció Sara, ella no sabía por qué el fresno cercano al pozo de la casa rumiaba gemidos y ecos en las noches de luna oculta.
Su padre, la había mantenido alejada de los hechos, que años atrás habían acaecido; así sepultó todos sus recuerdos junto a su querida amante, en aquella tumba improvisada pero segura.
En los amaneceres, Sara se despertaba bajo los lamentos del fresno; hasta que un día, una figura etérea, liviana, se le quedó fijamente mirando. Su mirada extremadamente fría helaba el corazón de Sara; mientras esta bajaba apresurada al encuentro del espectro. Cuando lo alcanzó, Sara le preguntó:
−¿Quién eres, alma atormentada?
−Soy ese secreto que oculta tu mente, esa mujer que mataste porque amaba a tu padre, ese fantasma de tu inconsciente que te va a liberar de tu obscuro tormento.
Al caer el ocaso, el cuerpo sin vida de Sara colgaba de la rama más robusta del fresno que tanto le intrigaba. Una carta arrugada pendía de su pecho, y decía:
“Él me violaba aunque decía que me amaba”.

Catalina Saavedra Me llamo Sara y nací hombre. Después de una lucha terrible, dos intentos de suicidio, tres internamientos en psiquiátricos. Hoy, día 25 de noviembre, he recibido una notificación para ir a recoger mi nuevo DNI. No he podido evitarlo y me he meado de la emoción… soy Sara y estoy feliz.

Montse Calderón Hacía ya tres meses que Sara entró a trabajar en uno de los negocios más importantes del país. Desde entonces, eran muchas las horas que pasaba pegada a Sergio en un prometedor proyecto, trabajando codo con codo. El muchacho era un trabajador incansable, perseverante, de los que nada daba por perdido; quizá esa cualidad le llevó a no rendirse para conquistar el corazón de Sara. Esa noche hubo un acercamiento entre los dos, y Sara pudo sentir su voz varonil susurrándole al oído, su aliento recorriendo su cuello, sus labios rozando su boca… Salió huyendo de él, de aquella situación sin saber muy bien lo que le pasaba. Algo se rompía dentro de ella. Entró en el ascensor y pulsó el botón que la transportó hasta de los sótanos del edificio. Atravesó varias galerías del subterráneo hasta llegar a un almacén lleno de archivos. Tras cerciorarse de que estaba sola retiró un pequeño cuadro de la pared donde apareció una pantalla táctil con números y letras; reprodujo una clave. La cámara enfocó su ojo y escaneó su retina con una fina iluminación infrarroja que terminó por autentificar su identidad. Una puerta camuflada en la pared se abrió y dio paso a un largo pasadizo. Tras varios recovecos llegó a otro ascensor que la llevó a un laboratorio situado en las profundidades de la tierra. Lucas siempre estaba allí, ataviado con su bata blanca y sus gafas en la punta de la nariz.
—Sara, ¿te ocurre algo?
—Échame un vistazo, Lucas. Algo no va bien.
—Túmbate en la camilla. Vamos a hacerte un chequeo.
Lucas pasó una barra sobre ella y miró a la pantalla del ordenador.
—¡Cielo Santo! ¿Qué te ha pasado? Tienes los circuitos fundidos.

Pedro De La Rosa Rodríguez Sara se giró y aceleró el paso huyendo a toda prisa de la espectacular escena con temor a que alguien reparara en ella. Con la cabeza gacha, embutida en su capucha, dejó que el molesto fleco le sirviera de parapeto para encubrir su rostro, y tras él, su vergüenza, su delito…su hazaña. Los primeros viandantes alertados por el acontecimiento emprendieron en contrasentido. Cuanto más se alejaba, más personas la superaban en la dirección opuesta queriendo descubrir de primera mano lo que ocurría. Solo cuando se creyó a salvo, aminoró la marcha fijándose en la cantidad de gente que se movilizaba y la esquivaban casi sin poder evitar las sacudidas y empellones. Nadie sabría jamás quién había sido la culpable; nadie podría llegar a imaginar nunca que una chica normal, casi vulgar, fuera la responsable de semejante milagro, que sin duda tendría una repercusión global y que haría cambiar los límites y miedos de mentes y sociedades estrechas. Sara se detuvo en seco. ¿Nadie? ¿Nunca? Observó los ojos y bocas abiertos con asombro, las murmuraciones cargadas de temor, las carreras que la sobrepasaban sin percatarse de su presencia. Sara sonrió con orgullo. Se retiró la capucha y apartó el pelo de la cara al mismo tiempo que superaba su momento de pánico. Se dio la vuelta con nueva determinación y empezó a desandar su precipitada huida con una sonrisa iluminada, casi malévola, agrandando su gesta.

Marina Kahlo La facultad de psicología había escogido a Sara para que diera un discurso en la ceremonia de graduación como premio por su expediente impecable durante toda la carrera. Tras recibir aquel reconocimiento, se produjo un cambio profundo en ella. Durante cuatro años, no le había faltado la cordialidad de los profesores ni la amistad con sus compañeros. Sin embargo, sabía que todo ello se debía a una gran mentira que ya no podía soportar. Su secreto la protegía de la injusticia al mismo tiempo que le desgarraba el corazón.
Con la luna llena y la mano temblando de furia, rompió todos los esquemas al verter las primeras palabras de su discurso en el papel:
“Estimados docentes y compañeros, soy gitana.”

Monica Sanchez Cuando conocí a Sara, me resultó una adolescente un tanto extraña… Me la encontré un domingo frente a la iglesia, en una tarde pasada por agua. Allí estaba ella, empapada de pies a cabeza y temblando; “¡Pobrecita!”, pensé para mis adentros.
Me acerqué a ella despacio, para ofrecerle mi ayuda porque parecía desvalida, fue un impulso. Y allí, en aquél preciso instante descubrí su gran secreto.
Quise tocarla para darle aliento, pero… ¡No pude, mis manos traspasaron su cuerpo, literalmente!
Después de quedarme sin habla durante unos instantes, comprendí dos cosas:
La primera, que Sara, era en realidad un alma perdida, desencarnada, que buscaba la Luz.
Y la segunda… Es que sólo yo podía verla.

Cristi Alonso Cada vez que escucho mi nombre me cuesta contestar, empezar de cero ha sido difícil pero no tenía otra opción. Mi nombre, mi pelo, mi forma de vestir, todo es nuevo. Aún me cuesta abrirme a la gente pero en esta ciudad me han acogido muy bien. Mis compañeras de trabajo piensan que soy tímida pero no quiero dar pistas a que me encuentre, no debo abrirme mucho. Tengo fama de chica misteriosa pero me muero por tener una amiga. Fingir otra vida, recrear un pasado que no existe. Ese es el precio que tengo que pagar por testificar contra los asesinos de mi hermana.


Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.

Un abrazo a todos/as y a seguir escribiendo.