Seleccionados #ViernesCreativo: Aquella noche me desperté a su lado
Llega nuestro #ViernesCreativo con otra de las propuestas de la Agenda de escritores y personas creativas (un poco modificada).
>>Escribe un microrrelato (15 líneas máximo de Word) que comience con estas frases: “Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido”
¿Al lado de qué o de quién se despertó? ¿Qué ocurre ahí? ¡La solución, en vuestros relatos!
Quien quiera un RETO EXTRA (opcional): el relato debe contener algún misterio, cuya solución se desvele al final. Esto solo para quien se anime.
Recuerda que desde nuestra APP gratuita de Portaldelescritor puedes acceder al grupo de Facebook desde tu móvil y leer allí mismo el reto, además contar con un generador de personajes, de historias, manuales y los consejos de escritura del blog de Diana P. Morales.
TEXTO CON MÁS ME GUSTAS
Carol Belasco Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido pues, si advertía mi presencia, se asustaría.
A veces me atrevía a tumbarme junto a ella en la enorme cama y, durante un rato, fingía ser una persona: eran noches extrañas, en las que me mantenía alerta vigilando su respiración mientras intentaba creer que mi cuerpo era como el suyo y que el nuevo día me traería amigos, familia, un hogar, todo eso que ella tenía sin advertir lo impresionante que era.
Pero pocas veces lo hacía porque, al amanecer, no me sentía más satisfecho sino mucho más sólo.
Era una de esas noches pero aquella fue diferente porque me despisté: fantaseaba con ser su hermano y jugar juntos bajo la luz del sol, y la fantasía se apoderó de mí, pues me costaba imaginar algo que nunca había visto. Mientras lo intentaba, ella abrió los ojos.
Aún me parece escuchar sus gritos, sus padres llegaron enseguida y casi me pillan arrastrándome bajo la cama. Por suerte le aseguraron que no existo, y se la llevaron a dormir con ellos.
Los observé alejarse por el pasillo, mientras su madre le repetía que no soy real, e intenté que sus palabras no me afectaran porque, después de todo, su escepticismo me protege. Desde entonces me oculto en el armario, donde no caigo en tentaciones tan peligrosas, y puedo observarla mucho mejor.
Me gustas: 26
OTROS 12 TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD
Maria Dolores Garrido Goñi Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido. Consiguió dormirse ya entrada la madrugada. Con su rostro bañado en lágrimas e hipando del disgusto que tenía, pudo dormirse de puro agotamiento. Aún era de noche cuando me desperté. Su cuerpo pegado al mío en busca de protección no me permitía moverme. Mi alma se desgarra viéndola sufrir y no quería despertarla.
Pensé en lo frágil que es nuestro corazón en materia de amores. Duele mucho. Parece que se te desgarran las entrañas y que prefieres morir, a estar sin el ser querido. Todos lo hemos sentido y a veces olvidamos que puede ocurrir a cualquier edad, pero que te quite tu mejor amiga al hombre de tu vida; que encima de traicionarte se pavonee ante ti cogida de su mano, y que él te sonría mientras sufres al verlos, eso, a los seis años de edad, no se digiere bien.
Paulina Lopez Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido… El sonido ronco de su respiración y el hedor de su aliento me aterraban. Sin moverme, vislumbré la silueta del armario junto a la ventana abierta. Contuve el aliento mientras la puerta del ropero se abría lentamente. La boca de la escopeta brilló. La trampa había dado resultado, y la bestia dormía a mi lado. El estallido del disparo resonó y la luz blanca del fuego iluminó la habitación. La sangre del lobo era roja, roja como la capucha de mi chaqueta. Roja como la sangre de mi abuela, a la que por fin había vengado.
Monika Fikimiki Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido, lo sabía de sobra, así que me destapé con suma delicadeza. La sábana se me había enredado en los tobillos de tal manera que luché con ella un buen rato. Cuando por fin lo conseguí, empecé mi cruzada hacia el borde de la cama. Un músculo después del otro, un pie primero, otro al rato. Cada vez que me movía comprobaba si estaba dormido.
Ahora los brazos, despaciiiiito, el culo. ¡Ay el culo! Con lo que cuesta moverlo después de una sesión de aerobic de anoche…
En fin, ya casi al borde de la cama, moví los brazos de forma suave. Él roncaba. ¡Bien!
Un pie sobre el suelo, otro…ya casi. Podré estar un rato a mi bola, tomar mi café, leer mi libro.
Fue tocar las zapatillas y pegó un salto seguido de un lamido en mi mejilla desesperada.
Su mirada lo decía claro:
– De este paseo no te libras.
¡Guau!
María Serrano Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido.
Pero mi cuerpo empezó a temblar incapaz de contener un llanto que brotaba con cada latido como la sangre procedente de una arteria seccionada.
Él no paraba de repetir su nombre en sueños. Realmente amaba a esa zorra.
Dejé de llorar, debía calmarme.
Tenía que pensar como deshacerme del cadáver.
M.J. Arillo Aquella noche desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido. ¡Pero me importó un pepino! De un salto bajé de la cama y salí corriendo a la ducha. Instantes después la alarma del despertador empezó a sonar como una posesa. Lo escuché levantarse y aparecer en calzoncillos en el cuarto de baño, retiró de un manotazo la cortina de la ducha y me dijo entre dientes : “¡Olvidaste apagar la alarma! ¡Sabes que ayer me acosté tarde y que me cuesta mucho coger el sueño!” Lo miré con cara de “¡Oh!¡Lo siento!” Agaché la cabeza, me sequé, me vestí y salí a trabajar. No pude aguantar la risa por mucho tiempo, cuando la puerta del ascensor se cerró, estallé en carcajadas. Verlo ahí con el pelo revuelto, los ojos rojos y los dientes apretados fue la mejor de mis venganzas. Él tenía turno de tarde y sabía que yo siempre me levantaba a las 6.00 h para ir a trabajar y aún así, estuvo hasta las 4.00 h con la música alta, vociferando con sus amigos en una partida online con la consola. ¡Si yo no podía dormir por su culpa… Seguiría olvidando apagar la alarma del reloj! ¡Bendita convivencia! ¡Ja, ja, ja!
María de la Luz Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido para que los demás no se dieran cuenta. Había estado esperando aquel acontecimiento por mucho tiempo y el momento había llegado, por lo tanto, en aquel instante anhelaba con todo mi corazón ser valiente. Caminé sigilosamente entre mantos, reclinatorios y veladoras con sumo cuidado de no tocar sus alas, pues me parecían tan sutiles que temía que desaparecieran con el solo soplo de mi aliento, por eso, muy a menudo contenía mi respiración. No me atrevía a alzar la mirada por temor a que alguien me detuviera, así que miraba mis pies descalzos todo el tiempo. De vez en cuando su revoloteo me hacía trastabillar, pero seguía adelante sintiendo una fuerza misteriosa que me empujaba haciéndome creer que en algún momento emprendería el vuelo. Mientras mis brazos rodeaban su pequeña humanidad, no cesaba de pensar en el momento en que desperté y lo vi a mi lado. Cuando llegué al borde, un viento suave echó mi cabello hacia atrás, y el pequeño ángel desprendiéndose de mis brazos emprendió el vuelo no sin antes tenderme su mano e invitarme a ir con él. Miré a mi alrededor y observé por última vez mi habitación, todas mis pertenencias estaban allí como de costumbre; antes de irme me despedí de mis juguetes y le lancé un beso a mi madre que dormida yacía sobre el sillón junto a mi cama.
María Jesús Díez García Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido, puesto que los clones bioelectrónicos necesitaban una primera recarga bastante larga antes de ser operativos. Me costó contenerme y no despertarlo para iniciar su configuración cuanto antes, así que me dediqué a observarlo con parsimonia. Estaba muy bien rematado y se parecía considerablemente a mí, lo cual me hizo sonreír sin darme cuenta.
En ese momento entendí el éxito de aquel producto. Cuando ajustara los diferentes parámetros físicos y mentales podría decidir en qué aspectos se parecería a mí y en cuáles no. Así evitaría el componente aleatorio del método tradicional, que podía hacer que no se preservaran tus rasgos de interés, y viceversa. No me extrañaba que ya casi nadie optara por tener hijos y prefiriera obtener las copias de seguridad de su material genético de aquel modo. Por no hablar de la utilidad de poder escoger que tuviera 18 años, como era el caso, y ahorrarse así el largo y engorroso proceso de crianza.
LS Gonzalez Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido, las capsulas se habían abierto la madrugada anterior y lo único que les mantenía dormidos eran las secuelas de la criogenización, que aún durarían un par de horas. Cualquier sonido brusco podía espabilarles. Yo, androide piloto modelo LADE versión 3.5, tenía piernas hidráulicas. Grandes. Escandalosas. Por eso permanecía quieto ante la cristalera de la cabina, observando el vacío espacial salpicado de estrellas lejanas. No podía computar cual de mis actos nos había llevado a tomar esa catastrófica dirección, pero ya era tarde para corregirla. Tampoco registraba miedo ni remordimiento, carecía de la programación adecuada para eso. Mientras permanecieran dormidos, todos nos extinguiríamos sin dolor en cuestión de minutos. Ante mis ojos biónicos, el agujero negro iba haciéndose más y más grande.
Carlos Di Urarte Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido, pues no quería despertar a mi asesino.
Fue en el viejo club de carretera en que trabajaba de prostituta freelance. Mientras me violaba en la cabina de su camión, vomité el vodka drogado al que me invitó. No suelo beber cuando trabajo, no sé por qué lo hice. Supongo que sus gafas empañadas y su mirada de perdedor me hicieron bajar la guardia.
Apenas recuerdo entrar en el motel sucio en que ahora me encuentro. Creo que franqueé el umbral trastabillando, ayudado por sus brazos escuálidos. Allí abusó de mí, y me estranguló, como se estrangulan los amantes, a pesar de que éramos perfectos desconocidos. No contento con ello, tendió mi cadáver a su lado y me abrazó por la espalda, como un joven matrimonio acostumbrado a “hacer la cuchara”. El mamón lloró, como un niño de teta, como si todo hubiera sido un malentendido.
Desperté con hambre. De justicia primero, de su carne huesuda después. Y el hedor de su cuerpo sudado era para mí el aroma suculento de la venganza.
Salivé.
Tali Rosu Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido porque volvería a echarme las garras por encima. Esa misma tarde mi escopeta había acabado con la vida de su cachorro. Ella, lejos de buscar venganza, sólo buscó un sustituto; me atrapó y me llevó a su cueva, esa que olía a mierda de oso, a tierra y a humedad. Ahí, perdido en esa oscuridad subterránea, me arrastraba con sus patas cada vez que intentaba zafarme.
Hoy, llevo ya cuatro días despertando con los lametazos de una madre cariñosa que me quiere limpio y sano, siendo alimentado con mimo y reprimido cuando me muevo más de lo que me está permitido. Pero por fin parece que duerme profundamente, será porque el invierno ya ha llegado.
Me muevo muy despacio aprovechando el momento y… ¡Mierda, se despertó!
Carolina Delgado Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido. Los juguetes tenemos un sueño realmente ligero. Jorge me había dejado junto a Darth Vader cuando se cansó de jugar y nos guardó en el baúl. Me levanté poco a poco, sintiendo todavía el cuerpo entumecido tras horas de inmovilidad. No me gustaba la idea de que despertase y activase su espada láser mientras me buscaba con aquellos ojos rojos. Fui sorteando pequeñas piezas de Lego mientras buscaba mi bolso. Siempre me siento más segura con él. ¿Será porque dentro guardo mi katana retráctil? Lo encontré debajo del Señor Patata. Estaba intentando recuperarlo cuando oí el sonido de su respirador a mi espalda. Sin un momento que perder, conseguí hacerme con la katana y activarla al tiempo que giraba 180 grados sobre mis pies, con el cuerpo rígido y dispuesto para el ataque. El golpe fue certero. Gotas de sangre mancharon mi mono amarillo. Mi cara se descompuso en un gesto de horror al descubrir que había herido mortalmente a Rayo Mcqueen. Su resfriado le había jugado una mala pasada. Me miró sin entender mientras caía al suelo y pronunciaba mi nombre: Mamba negra…
Kathy Guerrero Bejarano Aquella noche me desperté a su lado. Sabía que era mejor no hacer ruido. Me levanté con dificultad, para no despertar a la que compartía mi cama.
El olor a ceniza amarga que venía de la calle se comenzó a mezclar con el dulzón que comenzaba a salir de la cafetera. El café se había convertido en mi aliado, necesitaba estar alerta, la amenaza cada vez estaba más cerca, y ya no estaba sola, una huérfana de la guerra dormía en mi cama.
Hace dos semanas encontré a Victoria, deambulando, tiene cuatro años, no comprende por qué aquellos destellos que venían del cielo la dejaron sin familia y sin vecindario.
La puerta de la habitación se abrió, una niña de ojos adormilados y rizos alborotados venía hacia mí. La tomé en mis brazos y la estrujé, ella se acunó en mi pecho y cerró los ojos. Hace apenas quince días, aterrada preguntaba quién era yo. Todavía me faltan respuestas para su innumerable cantidad de preguntas, casi a todas le respondo lo mismo, que la guerra a muchos les quita, pero a mí me dio.
Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.