Seleccionados #ViernesCreativo: amor y guerra + la última vez

Esta semana os proponemos escribir un microrrelato en el que se mezclen dos temas: AMOR y GUERRA.
Los podéis enfocar cómo queráis. Pueden estar ambientados en el presente, en el pasado, en un hipotético futuro… Pueden ser relatos dramáticos, terroríficos o incluso humorísticos… todo vale. Eso sí, recordad que deben estar BIEN ESCRITOS

 

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TEXTO CON MÁS ME GUSTAS

Silvia Favaro Se sentaban a conversar cuando podían, cuando sus tiempos corrían a favor del viento y las metrallas disparaban salva.
No juzgaban; solo dejaban que sus ojos recorrieran el paisaje y que sus dedos dibujaran pequeñas palomas blancas.
No se conocían, pero les encantaba estar ahí, entre la paz que irradiaba el parque y la libertad de los pájaros, aunque un fusil a lo lejos, tiñera el verde con sangre.
Eran dos y solo dos, nadie debía ocupar el banco cuando ellos lo hacían.
Hablaban y reían al unísono, nadie entendió jamás, que con esta guerra atroz, ellos pudieran amarse, con pasión de paz.
Un día se disfrazaron de soldados; bailaban, mientras disparaban besos a mansalva.
Sus mentes, con alas inventadas, los llevaban a lugares indescriptibles, con ese descaro que solo la locura puede darles.
Eran felices; sin preguntas ni respuestas maquinadas, sin urdir planes, sin competencia, ni balas.
Esa mañana de invierno, los soldados irrumpieron con sus armas.
El manicomio quedó sin vida, sus almas desparramadas.
En las noches de verano se desnudan y juegan con pistolas de agua.

Me gustas: 20

OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD

M.J. Arillo Cuando Amor conoció a Guerra, ésta siempre estaba de mal humor. Se pasaba el día fregando platos en el restaurante de debajo de su piso. Todos los viernes iba a recoger algo para cenar. Mientras esperaba en un rincón de la barra la observaba por la ventana abierta de la cocina que daba al salón del local, su entrecejo fruncido le daba un aire rebelde que le volvía loco. Su timidez le obligaba a bajar la cabeza cuando ella, de vez en cuando, secándose las manos, se giraba y le miraba. Esa semana había sido especialmente dura en el trabajo, deseaba con todo su ser entrar en ese restaurante para verla, era como un bálsamo para su maltrecho mundo solitario. Pidió lo de costumbre, pero cuando sus ojos ávidos de la imagen que anhelaba no la encontraron, su corazón empezó a palpitar descontrolado. Pagó, recogió el encargo y salió cabizbajo. Al entrar en su portal, sentada en la escalera, estaba ella. Se quedó paralizado y sin saber qué decir. Ella le sonrió, se levantó y le comentó que le habían dado el día libre, pero que no podía pasarlo sin verle. Le advirtió que era muy guerrillera, él, cogiéndole la mano, la miró y le contestó que el amor todo lo puede.

Carlos Di Urarte Los doctores de plaga deambulaban por el campo de batalla al ocaso. Hurgaban con sus bastones de plata en los bubones y examinaban a los moribundos embarrados. Encorvados con sus máscaras de pájaro a la sombra de las murallas, parecían carroñeros entre miembros amputados, moscas y sacerdotes que agitaban sus incensarios.
Un herido alzó un brazo y tomó de la mano al que le estaba examinando el tajo del vientre. No hacía falta ser apotecario para saber que la herida, de la que florecía un nido de intestinos, era mortal. El soldado consiguió extraer un anillo de la faltriquera, y con voz trémula, susurró:
“Acepte mi última voluntad. Por favor, si tiene buen corazón, entregue este anillo a Marya, la hija de la Señora Urraca, en Villa de Grajos. Yo… yo la amaba, y me avergüenza confesar que consumamos… pese a la prohibición de su familia. Iba a casarme con ella, pero su madre la metió en el convento, y a mí las levas me trajeron a este asedio maldito. Quiero que sepa… que mi último aliento fue para ella, que mi amor era puro, que…”
El joven vomitó sangre negra. El doctor de plaga ahogó un gemido y se retiró la máscara de cuervo, tras la que se ocultaba el rostro de una jovencísima apotecaria llorosa.
“Ella lo sabe”, respondió, colocándose el anillo, con el corazón roto. “Lo sabe, y acepta”.

Estela Lledó Grima Amor de mi vida, esta será la última carta que te escriba ya que mañana nos devuelven al frente. Con suerte los rumores sobre el fin de esta guerra serán ciertos y volveré a casa contigo. El deseo de verte de nuevo es lo único que me mantiene cuerdo en este infierno sin sentido.
Cada noche cierro los ojos y mi anhelo me devuelve a tu lado. Son pequeños recuerdos cotidianos y que nunca valoré lo suficiente, ahora lo sé, perdóname. Despertarme junto a ti cada mañana, el olor de tu piel bajo el sol, tu cabeza sobre mi pecho. Espero que sepas lo mucho que te quiero y lo feliz que ha sido cada segundo de mi vida junto a ti.
Si finalmente estas fueran mis últimas palabras, mi carta de despedida, me marcharé de este mundo sin miedo con todo el amor que llevaré conmigo. Sólo quiero que seas feliz, que tu vida continúe, que vuelvas a enamorarte y que persigas tus sueños. Mis sueños se cumplieron el día que te conocí.

 

VIERNES CREATIVO: ESTA SERÍA LA ÚLTIMA VEZ

>> Escribir un relato que comience con esta frase: “Hoy sería la última vez que lo hacía”

¿Qué ha pasado ahí? ¿Qué es eso que el personaje va a hacer por última vez… y por qué? ¿Y qué personaje es, un hombre, una mujer, un niño, un alien, un perrito…? ¡Posibilidades infinitas!  

 

TEXTO CON MÁS ME GUSTAS

Mimi MarmorHoy sería la última vez que lo hacía…
Me miré al espejo para captar la imagen del redondo mundo de mi vientre. Lo acaricié sintiendo el movimiento brusco y sorprendente en su interior.
Con las primeras contracciones fuertes, el dolor me indicó el poco tiempo que quedaba para albergarte en mi cuerpo.
Así que abracé amorosamente mi panzota.
Tomé mi bolsa, preparada para recibir tu entrada triunfal a la vida, llena de miedo, repleta de alegría, sumida en sufrimiento, colmada de esperanza y gratitud.
Y antes de partir, froté con amor, por última vez, mi enorme panza…

Me gustas:15

OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD

Maria Dolores Garrido Goñi Hoy sería la última vez que lo hacía.
Veinticinco años con la misma historia: deja la ropa de cualquier manera, los frascos de gel y champú abiertos, las toallas húmedas arrugadas en un rincón…
Son cosas que nos han hecho discutir, a veces con violencia verbal…
Y hoy sé que luego lo extrañaré. Aunque parezca mentira, entraré al baño y veré todo recogido; lo mismo pasará en su dormitorio.
Mi niña adorada, mi pequeña, mi desordenada hija se va de casa. Y se va lejos… Al otro lado del océano a buscar otra vida incierta.
Echaré de menos su desorden, sus protestas, su sonrisa, sus besos de buenos días y de buenas noches, los vasos dejados por doquier y los zapatos junto al sofá.
Mañana se va lejos… Hoy será la última vez que recoja sus cosas.

Marta Azorin Luque Hoy sería la última vez que lo hacía . Llegó a casa tarde, después de un largo día de trabajo.Se hizo la cena. Puso la mesa y se sentó a comer tranquilo mientras veía la tele. Recogió todo y fregó los platos. Limpió la encimera, lo dejó todo escrupulosamente limpio y vacío, como estaba él . Se dirigió a la buhardilla, que estaba en la tercera planta y cogió la cuerda que guardaba desde hace un par de años. La ató a las vigas de madera que adornan el techo. Se subió a la silla y se despidió de todo, pero sin decir adiós a nada. Así sin más, con la mente desierta. Cuando ella llegó al chalet, agotada subió a su habitación—en la segunda planta— y se quedó dormida… esperándole.

Yolanda Salgado Hoy sería la última vez que lo hacía, y aunque el miedo atenazaba hasta la última partícula de su ser, siguió poniendo polvo de arroz sobre su piel inmaculada. Desde que sus padres la vendieron por unas monedas siendo apenas una niña, ella había conseguido salir adelante vendiendo su cuerpo para poder pagar la deuda que contrajo con el burdel que la compró. Fue el precio a pagar por una existencia a la que durante mucho tiempo no pudo llamar vida… hasta que el destino le trajo a él. Un él prohibido, un él que hacía que cada fibra de su ser se estremeciera con solo una mirada furtiva. Un él que se convirtió en la chispa que encendió su pasión por vivir, por desear algo mejor… un sentimiento que por primera vez la hizo sentir libre. Un él que supo ver a la mujer bajo el maquillaje y que amaba cada una de sus imperfecciones. Aquella sería su última noche de cautiverio: nunca se puede pagar una deuda que no se ha cuantificado. Tan solo les quedaba huir y no se detendrían hasta encontrar el fin del mundo, hasta que al mirar atrás solo encontrasen la felicidad que iban dejando en cada parada del camino. Se arregló como siempre, sonrió como nunca y cuando acudió al lugar acordado le vio esperándola nervioso. Permitió a su corazón desbocarse de felicidad: acababa de nacer a una nueva vida.

Glauka Kivara Hoy sería la última vez que lo hacía. Abriendo bien el pecho, sopló y la ciudad se cubrió de escarcha. El lago, congelado, le devolvía su reflejo, flanqueada de estrellas. Sonrió, su labor había terminado por este año. Camino a su merecido descanso, saludó con un gesto a su hermana, que traía el calor de la primavera entre sus manos.

 


Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.

Los textos seleccionados serán publicados en un libro a principios del año que viene.