Seleccionados #ViernesCreativo: al habla Penélope

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TEXTO CON MÁS ME GUSTAS

Karina Castillo Peinado Me dijo que iba un momento a por laureles y aún no ha vuelto ¡¡Por Polus, de eso hace ya veinte años!! Como que me llamo Penélope que, como no aparezca pronto, le pongo el omega a este matrimonio. ¡Y dónde sátiros habré puesto las tijeras, que no puedo cortar la urdimbre y sacar la tela! Y venga a deshacerlo todo cada noche porque, como le diga a mi madre que las he perdido, me mata. Lo más gracioso es que mis pretendientes creen que me estoy haciendo la interesante. ¡Ay!, este Ulises… ¡me va a matar a disgustos! Ya me lo decía mi madre: “hija mía, cásate con un macedonio…”, más razón que un semidiós llevaba. Y lo peor son los rumores que corren por el ágora de que lo habían visto con unos amigos con la intención de meterse caballo en Troya. Luego no me extraña que vea cíclopes… O cuando el oráculo me advirtió de que se oían sirenas a su alrededor. A ver qué odisea me viene contando, pero ya puede tener una buena excusa para que le perdone. Como, según Galeno, mis humores son de bilis amarilla, me ha recomendado que escriba mis pensamientos catastrofistas, de rabia, mis frustraciones, mis deseos de venganza, mi lascivia… Los voy guardando en la caja azul redonda de los hilos. El día que alguna cotilla la abra, que los dioses del Olimpo nos pillen confesados.

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OTROS TEXTOS SELECCIONADOS POR SU CALIDAD U ORIGINALIDAD

Meri Palas El inspector Torres fue el primero en entrar. El aire enrarecido de la habitación entumeció por un momento sus sentidos. Eso le permitió avanzar un par de pasos en la semioscuridad sin percatarse de nada. De otra forma, nunca se hubiese acercado tanto hasta el telar. Aunque el cuerpo de la anciana estaba en un avanzado estado de descomposición, su cibercerebro seguía dando órdenes a los brazos mecánicos. El silbeante traqueteo de los hilos rebotaba una y otra vez contra las paredes. Antes de que Torres pudiera apagar el sistema de energía autónomo, el sensor de movimiento detectó su presencia y encendió el monitor. Una única palabra se repetía en bucle infinito: Ulises, Ulises, Ulises…

Glauka Kivara Qué estupidez esta de tejer y destejer, ¡menuda ocurrencia! A ver si vuelve de una vez Ulises y mantiene a raya a tanta hiena que no entiende que no me quiero casar de nuevo. Cada día están más pesados, y yo que debería estar dedicándome a gobernar, aquí perdiendo el tiempo con estos trapos. Ya, ya termino, al fin puedo ir a la cama con Melania. Alguna ventaja tenía que tener la ausencia de mi esposo.

Maria Jose Bravo Moñino El sueño evaporado de tu regreso me desvela en plena madrugada dejando mi cuerpo tibio. Camino como una autómata hacia el muelle pero ya no fijo la vista en el horizonte esperando ver tu embarcación; han transcurrido tantas noches deshilando el telar que mis dedos se habían entumecido.

Sentada en el borde del muelle, dejo a mis piernas balancearse con el vaivén de la marea mientras unas delicadas manos masajean mis hombros haciendo que pierda el sentido de mis pensamientos.
Ya no duele cuánto tardes en regresar, solo importa ella. Juntas, inseparables.

Jose M Fernández Me despierto y miro el puerto, como cada mañana, esperando en vano ver la vela de Ulises entrando en él. No cuento ya los días pues el tiempo se ha convertido en mi enemigo y he sido derrotada. No sólo los hombres combaten; hay otras guerras que ellos apenas ven, en las que no se vierte sangre pero sí producen dolor.
Tampoco me quedan ya lágrimas, ni rezos a los dioses, sordos a mis plegarías. Tendré que asumir su ausencia, aprender a vivir con su recuerdo como único nexo que lo rescata de la muerte, del Hades donde ahora quizás esté.
Chillan y ríen allá abajo; esperan como hienas a su presa. ¡Cuan engañados están! No volveré a casarme, a sufrir por hombres que aman la guerra tanto o más que a sus esposas. Ninguno de ellos me volverá a ordenar que espere pacientemente junto al fuego, que realice tareas fútiles, que caliente su cama en los fríos inviernos. La libertad será su regalo, el último don de mi amado. Hilo y escribo para mantenerlo vivo, para que Cronos no lo borre de mi corazón. Es mi súplica.
Anochece y abro la ventana, buscando en el horizonte la silueta de una vela que sé que llegará.

Yolanda Salgado Cada tarde acudía al muelle desde el que le vio partir hacía más de diez años y miraba al horizonte anhelando ver al mar devolviéndole al amor de su vida. Pero cada día volvía a su hogar con los ojos cada vez más cansados y una desesperanza que no dejaba de crecer en su interior. ¿Seguiría con vida? ¿Qué le mantenía alejado de ella y le impedía volver a casa? No podría alargar aquello durante más tiempo y lo sabía. Una parte de su corazón le pertenecería siempre, pero necesitaba sanar para cumplir con su deber. Era reina además de esposa. “Quizás un día más…”, pensó mientras deshacía la parte del velo que había tejido aquella mañana. “Penelope” oyó tras ella. Su corazón latió con fuerza y las tijeras cayeron al suelo. No le importó; no iba a necesitarlas más.


Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.