Seleccionados #ViernesCreativo: aeroplano, Rusia, un abrazo

Vamos hoy con un #ViernesCreativo con sabor clásico… aunque la historia puede estar ambientada en cualquier época (incluso en el futuro, si queréis).
>> Escribir una historia (15 líneas de word máximo) en la que aparezcan:
-Rusia
-Un viejo aeroplano
-Un abrazo
¿Qué sucederá? ¿Será una historia bélica, de amor, de amistad… de dos enemigos que se reconcilian o se ayudan?? ¡A inventar! 

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MICRORRELATO CON MÁS ME GUSTAS

Kathy Guerrero Bejarano Se sentó bajo la sombra de un enorme roble, del bolsillo de su camisa sacó una arrugada fotografía, la acarició con dulzura, como queriendo sanarle las grietas que los años le han ido dejando.
Su mente alucinaba con aquel joven que posaba junto a un viejo aeroplano. Sus ojos abatidos lo seguían buscando en el mismo cielo azul donde hacia cinco décadas lo había visto desaparecer.
Él le prometió que volvería, fue esa la única razón por la que rechazó el telegrama donde le informaban que Rusia lo recibió con el mismo entusiasmo que vetaba a todo adversario que se arriesgaba a pisotear su territorio.
Se sentía cansada, aun así, ni un millón de lágrimas la convencerían de que ya era hora de decirle adiós, sus recuerdos serían para toda la vida. Su alma ya estaba seca, pero ella la seguía calentando con el recuerdo de su último abrazo.

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OTROS MICRORRELATOS SELECCIONADOS

Nube De Verano De nuevo Rusia. El viejo aeroplano había aterrizado dando bandazos contra la pista de tierra y nieve. La aguja del combustible marcaba lo que le daba la gana y el ruido del motor era ronco y feo, como de tartana. Era casi tan viejo como yo, y los dos teníamos achaques y dolamas, pero ni él ni yo nos quejábamos nunca por nada. Nos teníamos el uno al otro y durante toda una vida nos habíamos recorrido juntos los rincones más inhóspitos y olvidados de la tierra. Este era nuestro destino final, me vengo a morir a Rusia, cuando ya nada más me queda que esperar mi último viaje, ese sin retorno del que todos tenemos billete sacado y Rusia me abraza con su eterna y fría calidez.

Graciela Brizuela Sentada en el sillón de mimbre debajo de la fresca galería, mira el occidente: sus ojos se pierden en los colores del atardecer. Casi no habla; a veces sólo monosílabos escapan de sus labios. Sus manos, marcadas por el tiempo sostienen un libro, que no lee pero guarda entre sus hojas un tesoro escondido: una vieja y ajada foto y una amarillenta carta. En ellas un abrazo ha sellado un adiós, con sabor a despedida… ¿Cuántos años han transcurrido? Más de cincuenta le dicen los recuerdos que atravesaron un mar frío para habitar su mirada. Ella espera… y lo ve venir entre las nubes, un viejo aeroplano la invita a un viaje de nostalgias que la llevará a las blancas estepas de Rusia: sus ojos se iluminan, ha terminado la espera… los anteojos, la foto y la carta quedan esparcidos en el piso.

Yolanda Fraile Carreras —No, no y no. ¡Corten!, ¿me podéis explicar qué os pasa hoy?, ¿de qué va todo esto? Lleváis seis meses trabajando juntos, se supone que debíais compenetraros más que al principio, y sin embargo…no había visto en toda mi jodida carrera como director, menos “feeling” que el que hay entre vosotros. ¿Se puede saber qué pasa?

El motor del aeroplano rugía ronco a sus espaldas mientras Robert y Alexia se miraban a los ojos en la escena final de la película.

—¡Repetimos toma!— vociferó Ryan volviendo a su puesto de mando —y ahora quiero ver pasión en ese abrazo y deseo en vuestras bocas.

Robert fijó la mirada en los labios de Alexia sabiendo que no eran esos los que él quería besar.

— ¿Volverás a Rusia?— preguntó Robert retomando la escena en el momento en el que debía besar apasionadamente a Alexia fingiendo un amor que hacía tiempo no sentía por ninguna mujer.
—Es mi hogar, debo volver.
—Tu hogar soy yo, tu hogar está aquí, junto a mí.

—¡¡¡Corten, corten y corten!!!, ¿qué coño te pasa, Robert?

Robert se acercó con pasos decididos hasta el lugar desde el que Ryan estallaba en cólera, y sujetando su cara lo besó con esa pasión que le pedía para la película.

—¿Es esta pasión la que no ves por la puta pantalla?, no la busques en ese televisor porque ahí no la vas a encontrar.

Climent La Repera DE CÓMO LAS IMPROVISACIONES A VECES SALEN Y A VECES NO TANTO.

Esto ocurrió en Rusia como pudo haber ocurrido en cualquier otra parte, pero ocurrió en Rusia hace bastante tiempo.
Los dos hombres, uno casi un muchacho, se arrastraban por el suelo cubierto de hielo sin importarles que sus ropas se mancharan. Lo hacían en silencio, ateridos de frío, apretando los dientes y oteando el horizonte por si llegaban los perros o los guardianes. Quizá aquella era su últimas oportunidad para salir de allí, para escapar. El más mayor lo había planificado todo a la perfección, durante semanas había observado, comprobado mapas, esperado el momento más oportuno. Y ahora ya estaban allí, lo tenían a la vista y la emoción hacía que la sangre corriera por sus venas a velocidad incontrolable: el viejo aeroplano estaba allí, orgulloso de sobrevivir, refulgente, sin vigilancia. Saltaron la última valla, unos pasos más y pudieron acariciar su fuselaje. Emocionados, se fundieron en un gran, enorme abrazo. Subieron al aparato, se acomodaron los cinturones… y el motor no arrancó. ¡Se les había olvidado poner gasolina!
Esto lo contaba el viejo barbudo que se sentaba cada noche al final de la barra después de haberse bebido la primera botella de vodka.
Ningún cliente le hacía caso.

María González Barrera El fuerte viento le impedía avanzar, la nieve le llegaba hasta las rodillas y caminaba con dificultad.Al viejo guía karachái, le castañeaban los dientes y estaba calado hasta los huesos.Jamás pensó que tendría que recorrer tantos kilómetros sin comida ni agua, pero su hijo estaba allí arriba: en el Monte Elbrús, a 5.642 metros de altura. Casi había llegado a la cima, sin embargo no había ni rastro de su hijo, Dmitry. Ya habían muerto dos de sus compañeros y sólo quedaban él y su amigo Nikolay.La cima estaba a la vista y Nikolay señaló al cielo: era un aeroplano.
-Vienen a por nosotros-dijo Niko.
Mijail, el guia karachái, dejó de avanzar.
-No podrá aterrizar.Y aun así sólo cabe uno. Ve tú, vuelve a casa.
– Ni hablar, no te abandonaré. Ni a ti, ni a tu hijo.
El aeroplano descendió y pasó cerca de ellos, tan cerca, que vieron como el piloto negaba con la cabeza: era imposible aterrizar en aquellas condiciones. Cuando el aeroplano desapareció tras el monte Elbrús, Mijail y Nikolay, escucharon una voz sobre sus cabezas: Dmitry estaba vivo. El joven hijo del guía agitaba las manos y gritaba pidiendo auxilio.

Dos días más tarde, ya en casa, Dmitry abrazó a su anciano padre,el frío había podido con él; colocó las flores sobre su estático pecho, le besó la frente y con lágrimas en los ojos se despidió del mejor padre del mundo.

Edith Bastos -¿Rusia, porqué Rusia?- pregunté, ¡parecía tan lejos!
– Debo volver a la tierra de mis ancestros. Mi abuelo vino a Misiones escapando de la guerra- contestó.
– Me hizo prometerle antes de morir que iría, solo tengo una dirección de un pueblo cerca de Kiev- agregó.
Esa tarde partió, dejó la chacra caminando hasta la ruta donde un ómnibus lo llevaría a Buenos Aires y allí emprendería una búsqueda de algo que aún no podía precisar.
Nunca volvió, siempre pensé que se había enamorado de la tierra helada de su abuelo.
Esta mañana encontré a su hermana que visitaba la chacra.
-No te abandonó- me dijo
-Tampoco nunca llegó a la dirección que buscaba-
-El viejo aeroplano que lo llevaba desde Kiev al pueblito en la montaña, se estrelló una mañana
.

Glauka Kivara «No hay nada más hermoso que Vershínino en primavera» sus palabras resonaban en mi mente mientras daba las instrucciones al piloto del viejo aeroplano. Tantas veces me había descrito su granja al norte del pueblo, que era como si ya la estuviera viendo, un gran caserón con tejado picudo, las gran llanura acolchada de amapolas. Ya nos imaginaba retozando allí. Tendríamos una vida de ensueño, le ayudaría a cuidar a su madre enferma, la razón por la que había tenido que dejarme y volver a su hogar, seríamos felices para siempre. Había querido llegar en avioneta para que mi entrada fuese espectacular, el saldría de la casa, «¡ahí está la casa!» grité al piloto, yo bajaría corriendo, nos abrazaríamos, él no podría creérselo, lloraría de felicidad…
Pero la única que lloré fui yo cuando de la casa, abrazada a él, surgió una mujer con un niño en los brazos. Así descubrí que me había mentido en todo y que en Vershínino no crecen amapolas.

Maria Jose Bravo Moñino Lo único que me quedaba de mis abuelos era una oxidada caja de lata, esa en la que atesoraban fotografías antiguas, de gran valor sentimental.
Con la vista perdida en el horizonte que la ventanilla del tren me iba mostrando, me descubrí dando un abrazo a una fotografía. En ella se veía, junto a un viejo aeroplano militar, a un joven con una sonrisa deslumbrante. En el reverso aún permanecía escrito: “Desde Rusia. Con amor, Peter”.

Laura Martinez El frío de Rusia le calaba los huesos, los pájaros piaban en el olvido entre los últimos rayos de un frío atardecer de enero.
Añoraba su hogar, la sensación del sol abrasándole la piel, y las playas paradisiacas en las que había crecido. Ella volvería, en aquel obsoleto aeroplano, a la tierra que les había visto crecer.
Y él, tras el último abrazo, se quedaría esperando una carta que nunca llegaría.


Para seleccionar estos textos, desde Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.

Un abrazo a todos/as y a seguir escribiendo.