“La ciudad estaba vacía…”
Escribe una historia (15 líneas máximo) que comience con esta frase:
“La ciudad estaba vacía, sólo se escuchaba el sonido de mis propios pasos”
¡Misterio! ¿Qué pasa ahí, quién ha llegado a la ciudad, qué ciudad es, por qué no hay nadie? ¡Vamos a ver qué se os ocurre! 😀
😀
TEXTO CON MÁS ME GUSTAS
Luis Leonardi La ciudad estaba vacía, sólo se escuchaba el sonido de mis propios pasos. Me sentía aturdido y con un fuerte zumbido en los oídos. Donde mirase no había nada, ni coches ni gente, solo yo en medio de esa avenida que cada día cruzara para ir a mi trabajo, donde me sumergía en un mar de personas con prisas y escuchaba el murmullo interminable de una muchedumbre de diferentes credos y etnias. ¿Dónde están todos?
Cuando salí de casa todo era normal, mis vecinos me saludaron como cada día. El autobús pasó puntual como cada día y estaba lleno. Las mismas caras de cada día, gente normal yendo a su trabajo o a la universidad… y de pronto. Sentí angustia en el pecho.
Miré alrededor y ningún sonido llegó a mí, ni motores de coches, ni la frenada de algún irresponsable al volante… nada. Solo el sonido de mis propios pasos. En algún momento empecé a correr, la angustia iba en aumento y creí que caería desplomado.
— ¡Hey!, ¿Dónde están todos? —grité con todas mis fuerzas. Hasta que de pronto una potente luz me encandiló. Me cubrí los ojos hasta que menguó, miré con sorpresa que provenía del cielo y alguien caminaba hacia mí— ¿Papá? —estiró su mano y se la cogí. Poco a poco comenzamos a elevarnos. La angustia desapareció para convertirse en una increíble paz. Miré hacia abajo y vi el autobús de lado y mucho humo. Y ahí estaba mi cuerpo, destrozado.
OTROS TEXTOS SELECCIONADOS
Isa Sierra Ramos La ciudad estaba vacía, solo se escuchaba el sonido de mis propios pasos. Todo había cambiado, todo había desaparecido… ¿Solo quedaba yo en aquella ciudad fantasma? Comencé a vociferar, pero nadie respondía a mi llamada. Miedo, angustia, desolación eran los sentimientos que comenzaban a invadir mi cuerpo. Seguí caminando en busca de algún otro superviviente; fue en vano, allí ya no quedaba nadie. De repente, algo sonó en el cielo encapotado por las nubes, y tras visualizarlo, ya nada me importó. La última bomba caía sobre la ciudad y terminaba con mi vida.
Edith Bastos La ciudad estaba vacía sólo se escuchaba el sonido de mis propios pasos.
Una llovizna comenzó lenta y silenciosa como una danza sin música. Al doblar la esquina me pareció ver a alguien esconderse tras un árbol, me inquieté. Me faltaban dos cuadras para llegar al departamento. Eran solamente las 8 de la noche, pero el frío este año se había adelantado vaciando las calles.
—Esto todavía es un pueblo— pensé intentando olvidar esa sombra que pareció escabullirse en la niebla. Un paso… otro, una baldosa floja me empapó los zapatos. La ansiedad me ganó, caminé mas rápido, corrí.
—Te estaba esperando— me dijo una voz a mis espaldas cuando estaba por poner la llave a la puerta del edificio. No me di vuelta, sabía quien era.
—Déjame en paz, lo nuestro terminó— dije entre dientes intentando no demostrar el terror que le tenía. Su mano empezó a acariciarme lentamente la espalda y se detuvo en mi cuello. Me apretó contra la pared. No podía respirar.
El disparo retumbó en el silencio de la noche. No me dolía nada, mentalmente buscaba la lesión de la bala en mi cuerpo cuando sentí que el suyo se aflojaba y resbalaba lenta y pesadamente sobre el mío. Un hilo de sangre se escabullía en el charco de lluvia. Estaba muerto.
Elisabeth Rayo Psicóloga La ciudad estaba vacía, sólo se escuchaba el sonido de mis propios pasos. Los coches permanecían en las calles como hileras de hormigas paralizadas. Los semáforos habían perdido su parpadeo incesante. A un lado y otro de la calle, los escaparates seguían ofreciendo sus productos tentadores, pero las puertas se mantenían cerradas. Pasé por delante de algunas de ellas, pero habían perdido su magia y se mostraban imperturbables. El sol brillaba con la fuerza que le imprimía el verano cercano.
Seguía sin encontrar a Daniel. No entendía cómo había podido perderle de vista. Un minuto estábamos paseando tranquilamente y al siguiente había desaparecido. Recorrí el camino a casa en sentido contrario al que habíamos hecho hasta el centro, sin resultado. Crucé el solar adyacente, en dirección al parque.
A mitad de camino, mi correa se enganchó en unos hierros. Di unas vueltas intentando soltarla, pero sólo empeoré el problema. La sujeté entre los dientes. La mastiqué. La sacudí con fuerza. No cedió. El sol me quema el lomo. Tengo hambre y mi lengua está reseca, pero Dani no está para llenar mi plato con una de las latas que siempre me compra y un chorro de agua fresca. No sé cuánto tiempo más podré aguantar.
Charito Vela La ciudad estaba vacía, solo se escuchaba el sonido de mis propios pasos. Desde la gran explosión, todos habían muertos o evacuados para no contaminarse del gas letal que emanaba de las entrañas de la tierra. Me había quedado solo en aquel maldito lugar, que me había arrancado todo lo que componía mi vida feliz. y ¿Por qué a mí no me afectaba esa neblina grisácea que cubría lo que antes era un cielo despejado y soleado? Malditas guerras nucleares y malditos políticos corruptos en busca del poder máximo. Mi mente recordaba el día que tuve el accidente con el coche y la ambulancia llevándome a quirófano. Me sedaron para poder operarme de mis heridas. Cuando desperté, estaba metido en una habitación aislada, supongo para no infectarme, llamé a las enfermeras y nadie contestó, salí a la calle y me la encontré vacía, la anestesia me había inmunizado. Un silencio sepulcral me acompañaba, solo se escuchaba el ruido de mis pasos.
Rafael R. G. Morales La ciudad estaba vacía, sólo se escuchaba el sonido de mis propios pasos. Caminé de espaldas, intentando vanamente de regresar el tiempo, a ver si así podía verla de nuevo, tenerla entre mis brazos otra vez, mirar su risa hermosa, su figura maravillosa cuando echaba sus brazos hacia atrás y se agarraba a las rejas de aquella ventana, de tantos recuerdos. Pero nada. Caminé hacia atrás y el tiempo no retrocedió, ni ella regresó. Oí otra vez mis pasos, en esta oportunidad más sonoros, más expresivos de angustia, de miedo, de dolor. Ya no quedaba nada. Sólo la hoja seca de arce que recogí del piso cuando la vi marcharse. Mientras la sostenía en mis manos temblorosas, miré como se alejaba hasta perderse en el horizonte. Quedé frente a su casa, 1134 de Pavón, Y mis pasos fueron y volvieron, pero en vano: ni el tiempo retrocedió ni ella volvió. Se había ido y ahora para siempre. Sin adiós, sin abrazos. Sólo me quedó aquella hoja seca y las lágrimas que rodaron por el rostro triste de un poeta derrumbado.
María Sánchez La ciudad estaba vacía, sólo se escuchaba el sonido de mis propios pasos. Miré hacia mi derecha. Nadie. Hacia mi izquierda. Tampoco. Eché una ojeada a un escaparate y con cierta frivolidad, me observé en el reflejo del mismo. De pronto, escuché un ritmo extraño: <<Cu cun, cu cun, cu cun>>. “Qué extraño” pensé. Eché a caminar de nuevo. Otra vez ese ruido. <<Cu cun, cu cun, cu cun>>. Cada vez más cerca. Cada vez más mordaz. “Dios mío, viene a por mí”. Estaba atemorizada. Quería gritar, llorar, dar media vuelta y enfrentarme a lo que fuera. Mi cabeza estallaba por momentos, mi corazón ya no sabía disimular lo que era ya una evidencia. ¡¡¡¿Qué quieres?!!! No hacía más que temblar como una hoja pero mantuve la mirada fija al horizonte y entonces lo vi. Era mi sombra. No estaba acostumbrada al fracaso de mi corazón roto.
Victor Velasco La ciudad estaba vacía, solo se escuchaba el sonido de mis propios pasos. Quién diablos va a estar despierto un primero de enero si todos habían festejado hasta casi el amanecer el fin de año. Yo era el único que tenía que trabajar ese día. Aunque por lo general mi trabajo me gusta, este día quisiera estar libre. Tenía un poco de sueño y otro poco de envidia por todos mis amigos que estarían dormidos y luego saldrían a comer algo. Yo mientras tanto atrapado en este trabajo hasta la noche. Aunque estoy acostumbrado a estar solo este día en verdad me siento solo. Quisiera hablar con alguien y contarle mis problemas, mis sueños y alegrías. Pero quién soy yo para aspirar a tener tu dulce compañía. Estoy parado frente a ti y tú ni siquiera me miras. Ni una palabra, ni un ojo abierto, solo silencio y frialdad. Si lo pienso bien, el día que me digas algo o abras un ojo probablemente caeré muerto del susto. Mejor me sonrío y tomo la pala. Esas tumbas no se van a cavar solas…
Jose M Fernández La ciudad estaba vacía, sólo se escuchaba el sonido de mis propios pasos. No había coches, ni gente deteniéndose delante de los escaparates, ni niños alborotando, sólo silencio. Caminé cada vez más acongojado, ¿hacia dónde ir?; no conocía la ciudad ni nada me resultaba familiar: un extraño en una ciudad extraña.
¿Dónde estaba la gente? Si hubiese sido más joven habría pensado en un Apocalipsis zombi, pero tampoco veía por ninguna parte a aquellos seres de ultratumba babeando sangre. ¿Qué había sucedido?
Había que buscar otra hipótesis. ¡Ya está!, esto es Matrix; ha fallado el software que diseña las personas y de golpe todas han desaparecido. Pero no veía cabinas telefónicas ni puertas de acceso a otra dimensión… No, tampoco me convencía la explicación.
De pronto, al girar una esquina me quedé pasmado: todas las fachadas de los edificios estaban sostenidas por vigas de madera entrelazadas, a modo de un enorme decorado; muy a lo lejos, unos obreros alzaban una plataforma que ponía “Bienvenido a Las Vegas”. Me miré en el cristal de un escaparate: enormes ojeras, despeinado, desmemoriado, …. ¡Por Dios, la fiesta de despedida de ayer!, ¡qué resaca!
Recordad que, para seleccionar estos textos, los compañeros de Portaldelescritor siempre tenemos en cuenta diferentes aspectos: que cumplan el reto, la calidad literaria, la originalidad, la redacción (no aceptamos textos con varias faltas de ortografía) y además siempre intentamos -en la medida de lo posible- incluir participantes diferentes y no repetir muchas veces a los mismos autores.
Un abrazo a todos/as y a seguir escribiendo.